La finalidad de la poesía es lograr la empatía entre el escritor y el lector

jueves, 9 de diciembre de 2021

‘’Eric…’’ escucho una voz al despertar, un susurro o un grito. Suena con claridad, no distingo de quién es pero no viene del exterior, sino desde otro lado, como si surgiera de una pequeña fisura de la realidad; como si lo onírico hubiera irrumpido violentamente en la habitación y en mi cuerpo. Me sobresalto, pienso que todo está en mi cabeza, pero… ¿Cómo puede ser que algo suene tan claro, una voz desconocida que me llama? ¿Quién me llama? Volteo la cabeza y observo a alguien al pie de la cama, un cuerpo, un semblante casi petrificado que me clava su mirada inexpresiva. Parpadeo y se esfuma. No hay nadie más que los rayos de luz que entran por la ventana, claridad de una mañana de estío, la habitación está hermosa como si todo estuviera bañado por el reflejo del oro.

Yo, que nazco cada día en este cuerpo que tiende hacia su ocaso, como un puente entre mi concepción y mi muerte, entre mi infancia y mi vejez, entre mis virtudes y mis miserias.

Yo, que soy artífice de mi realidad, esclavo de la nada.

Yo, que conservo en mí el recuerdo de los momentos difuntos y la esperanza del devenir.

Yo, que habito entre las dudas y las certezas, entre lo conocido y lo desconocido.

Yo, que no puedo escribir sobre otra cosa que no sea de mí porque no hay nada más Verdadero.

Me levanto irremediablemente de la cama y saboreo el perfume de la vida, la suavidad de mis movimientos.

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