La finalidad de la poesía es lograr la empatía entre el escritor y el lector

martes, 12 de agosto de 2014



Irrumpió en la vieja estancia, corroída por el paso del tiempo. Él la recordaba vivaz, alegre y resplandeciente. En su memoria la luz del sol convertía el jardín en un edén. Ahora todo se encontraba gris, pálido, en ruinas. Recorrió con cautela y cierta opresión cada pasillo,  observaba fijamente, nostálgico cada rincón. Sus suaves dedos iban rozando las paredes mientras caminaba, silbaba una lúgubre melodía. Su pasado había quedado enterrado en este viejo edificio. Un maizal seco circundaba la melancólica propiedad otorgando un tono aún más opresor al paisaje. La noche se fundía en el cielo, y una densa niebla comenzó a penetrar en la escena. Miró por la ventana, absorto ante el ominoso paisaje. Luego encendió el hogar a leña en la sala de estar, se sumergió en un viejo y polvoriento sillón que estaba delante del fuego. Su  pasado siempre fue presente. Nunca pudo escaparse de un recuerdo, un momento, un minuto, una historia. La noche prosiguió en silencio mientras la vieja casa se ahogó entre las llamas. Todo quedó hecho cenizas, ni un sólo escombro quedó de pie. Su futuro no era más que su pasado, su pasado eran cenizas.