La finalidad de la poesía es lograr la empatía entre el escritor y el lector

sábado, 12 de marzo de 2016



Un temblor me recorre el cuerpo, brota sangre de mi pecho, acostado en el asfalto de alguna calle de Buenos Aires miro hacia el cielo, que antes despejado ahora se vuelve gris. Suena la Milonga del Ángel en mis oídos, no sé si proviene de mi cabeza o de alguna casa. Mi ser se hace ligero como el aire, despido a mi cuerpo, me desprendo de mi materia, ahora me miro desde arriba, me miro a los ojos ¿Cuántas veces más tendré que morir? Renazco en un nuevo día, en otro mundo, pero siempre soy el mismo. Siempre mis miserias, siempre mis sollozos, me persiguen, están adheridas a mi ser incorpóreo ¿De quién será la mano compasiva que me arrastre hasta el cielo?

Sigue sonando el triste violín, me oprime, me desgarra. Sigue mi herida abierta. Sigue mi ser danzando por la bruma matinal. Siento el gélido aliento del invierno, abro los ojos, un nuevo día en otro mundo, renazco como una flor entre la espesa tierra...