La finalidad de la poesía es lograr la empatía entre el escritor y el lector

jueves, 27 de diciembre de 2012

Everness (J.L.Borges)



Sólo una cosa no hay. Es el olvido
Dios que salva el metal salva escoria
y cifra en Su profética memoria
las lunas que serán y las que han sido.

Ya todo esta. Los miles de reflejos
que entre los dos crepúsculos del día
tu rostro fue dejando en los espejos
y los que ira dejando todavía.

y todo es una parte del diverso
cristal de esa memoria, el universo;
no tienen fin sus arduos corredores


y las puertas se cierra tu paso;
sólo del otro lado del ocaso
verás los Arquetipos y Esplendores.



 
En algún tiempo hubo un fuego, ahora ya ni las cenizas quedan,
un huracán de pasiones extrañas a aquél tiempo arrasó con la lumbre que encendía vidas pasadas...
Tu mirada nunca comprendió mi pasión pueril,
mis palabras nunca conmovieron tu corazón....
Un amor sin amor, el olvido de un olvido, la destrucción de una fantasía, de mi imaginación...
Resuena el estruendo de un relámpago y me despierto exaltado, abro los ojos repentinamente y me encuentro en la desolación nocturna. Camino entre la tupida vegetación de este inefable bosque casi a tientas. Sólo la luz de la luna refleja la palidez de mi rostro. Me perturba sentir mil miradas furtivas que me acechan en la oscuridad ¿Cómo le escaparé a estos espectros? ¿Cómo asesinaré a estos fantasmas en la soledad de la madrugada? La lluvia azota mi cuerpo, las voces aturden mis oídos. Senderos que se bifurcan en la penumbra, falsas escapatorias. ¿Acaso todos morimos en soledad aniquilados por nuestras propias sombras? Nuestro propio demonio es el que nos mata. Es el bosque de mis miedos al que me enfrento en esta hora de hastío. Sólo una parte de mi conoce la salida...

miércoles, 19 de diciembre de 2012

El Olvido

¿A quién pretendemos engañar cuando hablamos del olvido?
¿Qué farsa absurda nos lleva a creer que existe?

El olvido no es más que una triste ilusión que aliviana el dolor...
El olvido no es más que un cuento para matar el desvelo nocturno...
El olvido no es más que una falsa creencia...
El olvido no es más que recuerdos, porque no existe...

El olvido es un relato sin sentido,
El olvido es una creación humana...
El olvido es la gran falacia que creamos para pensar que dejamos de amar...
El olvido no es más que una noche repleta de espectros del pasado...

El olvido es la falacia del desdichado,
El olvido no es la muerte del amor sino su constante y eterna reproducción,
El olvido es una quimera,
El olvido es una ficción que necesitamos para asesinar la nostalgia y la melancolía...
 
El desvelo en la noche es el olvido,
Tu figura alejándose es el olvido,
El sonido de tu voz en mi mente es el olvido,
El absurdo del amor es el olvido...

Lo que no existe es el olvido...

martes, 18 de diciembre de 2012

Paisaje melancólico en la Estación desierta,
Escenario hóstil para una ilusa felicidad.
Ténue lluvia, las vías se pierden en el horizonte,
ya nadie espera en el andén...
Siento una sublime atracción hacia los paisajes desoladores.
Una paz perturbadora, un silencio opresor,
el ruido de las gotas impactando contra el suelo.
La única manera de pensar es en soledad...

martes, 11 de diciembre de 2012

Buenos Aires, nostalgia y melaconlía.

Me siento en un café, miles de personas que pasan en esta ciudad que no descansa,
pero sólo imagino tu rostro, te miro a través de la vidriera,
entre el mar de gente sólo vos, tu rostro, tu mirada.
Quizás algún día vuelva a encontrarte,
en medio de la ciudad, entre la gente.
Quizás vuelva a mirarte con los ojos del hoy,
a través de los cuales tu excelsitud resalta,
o quizás te vea como un recuerdo vago y lejano,
de otra vida, otra muerte.
Sólo una desconocida...
Quizás esa boca pueda ser de otro, quizás siga siendo mía, quizás de nadie.
Las calles desiertas, me alcanzó la noche, ténues faroles que iluminan el empedrado,
El humo del cigarro, tu fantasma, mi soledad...
El miedo de no verte nunca más...

sábado, 8 de diciembre de 2012

¿Qué es ese hedor que brota del suelo de la habitación?
Putrefacto, muerto, necróticas figuras disformes,
Los personajes descompuestos no comprenden el suceso.

Gélida brisa los atraviesa inexplicablemente.
Espacio oscuro, eterno, entre los dos.
Un abismo que todo absorbe...

Pasan por al lado, sin tocarse, sin mirarse,
Se desconocen,
Quizás nunca se conocieron, quizás...

Desorientados caminan a tientas por el bosque de paredes de concreto,
Pasillos, puertas abiertas y cerradas, trasluz...
imágenes, horrores, recuerdos, temores...

Buscan algo, lo perdieron por no abrir los ojos a tiempo,
por no mirar donde debían, quizás...
Quizás lo encuentren, quizás...

viernes, 7 de diciembre de 2012

La habitación vacía,
un rayo de luz la ilumina apenas,
desolación, desilusión, decepción,
sentimiento recurrentes...

Dicen que todos tienen su otra mitad,
y uno entra en los abismos más oscuros de la soledad cuando empieza a creer lo contrario,
el alma no está preparada para tanto sufrimiento,
el alma está agotada de estos sentimientos recurrentes...

Los pies cada vez son más pesados de llevar,
están cargados de tristeza...
La vida cada vez se vuelve más gris,
está cargada de derrotas...

Me niego a imaginarme en esa habitación a oscuras rodeada de soledad,
pero el futuro ya llegó,
Y ahora todo lo que creía vivo está muerto,
Lo que era mi presente es mi pasado...

¿Cómo hacer para dejar este camino tan largo y tan desierto?

jueves, 6 de diciembre de 2012

Rituales en la noche

Tambores que rompen el sosiego de la noche,
gritos de éxtasis, euforia,
canciones paganas.

Lenguas extrañas, foráneas,
voces del inframundo,
sueño perturbador ¿O realidad?

Resplandores cada vez más intensos,
ritos demoniácos.
No es un sueño.

¿A qué aterrador Dios invocarán?
Danzas inexplicables,
trances alrededor de las llamas.

¿A qué ominoso Dios invocarán?

lunes, 3 de diciembre de 2012

Recostado boca abajo,
despertar entre alcoholes, olores, sudor y tabaco.
Sólo la soledad  le hace compañía,
el sol le escupe la cara, le cocina la mente.
Insoportable peso sobre su cabeza, casi no puede abrir los ojos.
Un mareo interminable, la tristeza le aprieta el pecho, la garganta...
La desesperanza lo abunda.
Es un día sin mañana, un presente sin futuro, sólo un ayer infernal.
Cuando el pasado se adueña del presente es imposible divisar el futuro.
Cuando un callejón sin salida es el norte...
Vicios, lascivia, efímeros placeres...
Noches de alcoholes, mujeres, frenesí aliviador...
Cortinas de humo que ayudan a tapar una vil realidad.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Laberinto

Repentinamente el inconsciente domina el alma,
una inefable angustía se apodera de mi...
Una mala pasada de mi alma, de mis secretos más profundos,
que ni mi ser puede descifrar.
Somos un laberinto de lamentos, tristezas y agonía,
en el pasaje más oscuro de la memoria.
Fuerzas extrañas brotan del aljibe,
espectros, un jardín de flores secas, naturaleza otoñal,
paisaje gris de mi inconsciente.
Somos un camino indescifrable,
un sendero sin destino, un camino entrecortado.
Somos eternas dudas en el ocaso, infinidad de preguntas,
un problema sin solución.
Somos un devenir eterno, las aguas revueltas de un mar en tormenta.
Nadie logrará entender al ser humano, ser tan predecible como impredecible.

viernes, 2 de noviembre de 2012

VÍSPERAS DE ANGUSTIA (Fijman)


Atmósferas de marasmo despedazan mis ademanes.
Pasos furtivos
en los malditos huecos de mi ser;
desolaciones alteradas.
Azar; ideas fijas.
Revolotear de músicas celestes.
¿vísperas de una nueva angustia?
Sospechas.
Soy de los que no vuelven, hermanos míos.
Atmósferas de marasmo
en torno del más fragante pino.
Amor, alégrame el camino.
¡los fuegos fatuos!
¡Quebrantaré la vida por mi vida
por el imposible contacto de la eternidad!
Pasos furtivos
en el hueco de mi ser;
yo soy el prometido, el anunciado.
Revolotear de músicas celestes.

lunes, 29 de octubre de 2012

Versos de desamor

I

Tengo mi corazón en las manos,  frágil, moribundo se deshace,
se me escurre como arena entre los dedos,
lo pierdo.
El peor castigo, el peor infierno, es la incertidumbre,
cuando se cae al vacío, se sumerge en la nada,
y no se sabe cuando se detiene.
El tiempo no significa nada, el alrededor es un mero escenario del absurdo,
los actores autómatas de miradas vacías,
Una sola mirada existe, y está en mi mente.
Sólo unos ojos, un recuerdo, una sonrisa lejana.

II


¿Qué queda de nosotros cuando nos arrebatan el amor?
¿Quiénes somos acaso si asesinan nuestra pasión?
Aquel que vive sin pasión, sin amor, es un muerto en vida,
Una vida en penumbras, una sombra eterna.
No basta sólo respirar para saber que estamos vivos,
Basta un designio, una razón.
incluso algunos muertos tienen más vida que los vivos,
aquellos vivos que no tienen un designio,
no poseen el leño que aviva las llamas de una apagada vida.

martes, 9 de octubre de 2012

Mario Benedetti "Trece Hombres que miran"



Mario Benedetti

(Paso de los Toros, Departamento de Tacuarembó,
Uruguay, 14 de septiembre del 1920)





Poemas de otros

(1973-1974)





TRECE HOMBRES QUE MIRAN


Para que pueda ser he ser otro,
salir de mí, buscarme entre los otros,
los otros que no son si yo no existo,
los otros que me dan plena existencia.
Octavio Paz











TRECE HOMBRES QUE MIRAN


Mire la calle.
¿Cómo puede usted ver
indiferente a ese gran río
de huesos, a ese gran río
de sueños, a ese gran río
de sangre, a esa gran río?
Nicolás Guillén














HOMBRE QUE MIRA EL CIELO


Mientras pasa la estrella fugaz
acopio este deseo instantáneo
montones de deseos hondos y prioritarios
por ejemplo que el dolor no me apague la rabia
que la alegría no desarme mi amor
que los asesinos del pueblo se traguen
sus molares caninos e incisivos
y se muerdan juiciosamente el hígado
que los barrotes de las celdas
se vuelvan de azúcar o se curven de piedad
y mis hermanos puedan hacer de nuevo
el amor y la revolución
que cuando enfrentemos el implacable espejo
no maldigamos ni nos maldigamos
que los justos avancen
aunque estén imperfectos y heridos
que avancen porfiados como castores
solidarios como abejas
aguerridos como jaguares
y empuñen todos sus noes
para instalar la gran afirmación
que la muerte pierda su asquerosa puntualidad
que cuando el corazón se salga del pecho
pueda encontrar el camino de regreso
que la muerte pierda su asquerosa
y brutal puntualidad
pero si llega puntual no nos agarre
muertos de vergüenza
que el aire vuelva a ser respirable y de todos
y que vos muchachita sigas alegre y dolorida
poniendo en tus ojos el alma
y tu mano en mi mano

y nada más

porque el cielo ya está de nuevo torvo
y sin estrellas
con helicóptero y sin dios.








HOMBRE QUE MIRA LA TIERRA


Cómo querría otra suerte para esta pobre reseca
que lleva todas las artes y los oficios
en cada uno de sus terrones
y ofrece su matriz reveladora
para las semillas que quizá nunca lleguen

cómo querría que un desborde caudal

viniera a redimirla
y la empapara con su sol en hervor
o sus lunas ondeadas
y las recorriera palmo a palmo
y la entendiera palma a palma

o que descendiera la lluvia inaugurándola

y le dejara cicatrices como zanjones
y un barro oscuro y dulce
con ojos como charcos

o que en su biografía

pobre madre reseca
irrumpiera de pronto el pueblo fértil
con azadones y argumentos
y arados y sudor y buenas nuevas
y las semillas de estreno recogieran
el legado de viejas raíces

como querrían que se escucharan

su verde gratitud y su orgasmo nutricio
y que el alambrado recogiera sus púas
ya que por fin sería nuestra y una

como querría esa suerte de tierra

y que vos muchachita
entre brotes o espigas
o aliento vegetal o abejas mensajeras
te extendieras allí
mirando por primera vez las nubes
y yo tapara lentamente el cielo.








HOMBRE QUE MIRA A TRAVÉS DE LA NIEBLA


Me cuesta como nunca
nombrar los árboles y las ventanas
y también el futuro y el dolor
el campanario está invisible y mudo
pero si se expresara
sus tañidos
serían de un fantasma melancólico

la esquina pierde su ángulo filoso

nadie diría que la crueldad existe

la sangre mártir es apenas

una pálida mancha de rencor

cómo cambian las cosas

en la niebla

los voraces no son

más que pobres seguros de sí mismos
los sádicos son colmos de ironía
los soberbios son proas
de algún coraje ajeno
los humildes en cambio no se ven

pero yo sé quién es quién

detrás de ese telón de incertidumbre
sé dónde está el abismo
sé dónde no está dios
sé dónde está la muerte
sé dónde no estás tú

la niebla no es olvido

sino postergación anticipada

ojalá que la espera

no desgaste mis sueños
ojalá que la niebla
no llegue a mis pulmones
y que vos muchachita
emerjas de ella
como un lindo recuerdo
que se convierte en rostro

y yo sepa por fin

que dejas para siempre
la espesura de ese aire maldito
cuando tus ojos encuentren y celebren
mi bienvenida que no tiene pausas.








HOMBRE QUE MIRA A UNA MUCHACHA


Para que nunca haya malentendidos
para que nada se interponga
voy a explicarte lo que mi amor convoca

tus ojos que se caen de desconcierto

y otras veces se alzan penetrantes y tibios
tienen tanta importancia que yo mismo me asombro

tus lindas manos mágicas

que te expresan a veces mejor que las palabras
tan importantes son que no oso tocarlas

y si un día las toco es solamente

para retransmitirte ciertas claves

tu cuerpo pendular

que duda en recibirse o entregarse
y es tan joven que enseña a pesar tuyo
es un dato del cual me faltan datos
y sin embargo ayudo a conocerlo

tus labios puestos en el entusiasmo

que dibuja palabras y promete promesas
son en tu imagen para mí los héroes
y son también el ángel enemigo

en mi amor estás toda o casi toda

me faltan cifras pero las calculo
faltan indicios pero los descubro

sin embargo en mi amor hay otras cosas

por ejemplo los sueños con que muevo la tierra
la pobre lucha que libré y libramos
los buenos odios esos que ennoblecen
el diálogo constante con mi gente
la pregunta punzante que me hicieron
las respuestas veraces que no di

en mi amor hay también corajes varios

y un miedo que a menudo los resume
hay hombres como yo que miran tras las rejas
a una muchacha que podrías ser vos

en mi amor hay faena y hay descanso

sencillas recompensas y complejos castigos
hay dos o tres mujeres que forman tu prehistoria
y hay muchos años demasiados años
de inventar alegrías y creerlas
después a pie juntillas

querría que en mi amor vieras todo eso

y que vos muchachita
con paciencia y cautela
sin herirme ni herirte
rescataras de allí la luna el río
los emblemas rituales
los proyectos de besos o de adioses
el corazón que aguarda pese a todo.








HOMBRE QUE MIRA EL TECHO


Siempre hay una jornada fuera de serie
en que uno logra sentirse sereno
pero está lejos de ser una canonjía
ya que la serenidad no es el mejor
de los estados posibles e imposibles

hoy por ejemplo tomo distancia

con respecto a las cosas y a mi mismo
y no por eso echo al olvido
qué joda era qué bueno era
estar adentro del entrevero

después de todo la famosa

serenidad es una isla
autorizada comonó
y legal
aunque rodeada inexorablemente
por emociones clandestinas

todavía me siento un poco incómodo

en mis primicias de sereno
como quien entra en un traje nuevo
que tiene bajas las hombreras

pero el cuerpo y el alma son

animalitos de costumbres
mañana la incomodida
será menor y en pocos días
me habré habituado a estar sereno

eso me llena a veces de alegría

es claro que se trata de una alegría serena
y en consecuencia uno no sale a dar abrazos
ni pega gritos ni le canta al cielo
a lo sumo archiva caricias y otros prólogos
por estricto orden cronológico

también llega a invadirme el desconsuelo

pero se trata de un sereno desconsuelo
y por lo tanto nadie solloza
ni dice mierda
ni putea

sencillamente como un modesto mago

de rojo circo de domingo
o de feria
tomo los naipes del amor
los bajajo con parsimonia
y en las narices del viejo público
que es como hacerlo en mis narices
mágicamente los transformo
en nuevos naipes de amistad

lo único extraño viene a la noche

pues se presume que un sereno
ha de dormir serenamente
pero yo paso horas y horas
mirando el techo

o sea que

no sé hasta cuando estaré sereno
porque la calma ya no da abasto

hay que confiar y yo confio

que no hay mal que dure
cien años.








HOMBRE QUE MIRA SIN SUS ANTEOJOS


En este instante el mundo es apenas
un vitral confuso
los colores se invaden unos a otros
y las fronteras entre cosa y cosa
entre tierra y cielo
entre árbol y pájaro
están deshilachadas e indecisas

el futuro es así un caleidoscopio de dudas

y al menor movimiento el lindo pronóstico
se vuelve mal agüero
los verdugos se agrandan hasta parecer
invencibles y sólidos
y para mí que no soy lázaro
la derrota oprime como un sudario

las buenas mujeres de esta vida

se yuxtaponen se solapan se entremezclan
la que apostó su corazón a quererme
con una fidelidad abrumadora
la que me marcó a fuego
en la cavernamparo de su sexo
la que fue cómplice de mi silencio
y comprendía como los ángeles
la que imprevistamente me dio una mano
en la sombra y después la otra mano
la que me rindió con un solo argumento de sus ojos
pero se replegó sincera en la amistad
la que descubrió en mí lo mejor de mí mismo
y linda y tierna y buena amó mi amor

los paisajes y las esquinas

los horizontes y las catedrales
que fui coleccionando
a través de los años y los engaños
se confunden en una guía de turismo presuntuoso
de fábula a narrar a los amigos
y en ese delirio de vanidades y nostalgias
es dificil saber qué es monasterio y qué blasfemia
qué es van gogh y qué arenques ahumados
qué es mosaico y qué agua sucia veneciana
qué es aconcagua y qué es callampa

también los prójimos se arraciman

crápulas y benditos
santos e indiferentes y traidores
e inscriben en mi infancia personal
tantas frustraciones y rencores
que no puedo distinguir claramente
la luna del río
ni la paja del grano

pero llega el momento en que uno recupera

al fin sus anteojos
y de inmediato el mundo adquiere
una tolerable nitidez

el futuro luce entonces arduo

pero también radiante

los verdugos se empequeñecen hasta

recuperar su condición de cucarachas
de todas las mujeres una de ellas
da un paso al frente
y se desprende de las otras
que sin embargo no se esfuman
de las ciudades viajadas surgen
con fervor y claridad
cuatro o cinco rostros decisivos
que casi nunca son grandilocuentes

cierta niña jugando con su perro

en una calle desierta de ginebra
un sabio negro de alabama que explicaba
por qué su piel era absolutamente blanca
ella fitzgerald cantando
ante una platea casi vacía
en un teatro malamuerte de florencia

y el guajiro de oriente

que dijo tener un portocarrero
y era una lata de galletitas
diseñada por el pintor

del racimo de prójimos puedo extraer

sin dificultades
una larga noche paterna una postrera charla
síntesis de vida
con la muerte rondando en el pasillo
el veterano que trasmitía
sin egoísmo y sin fruición
algunas de sus claves de sensible

el compañero que pensó largamente en la celda

y sufrió largamente en el cepo
y no delató a nadie
el hombre político que en un acto
de incalculable amor
dijo a un millón de pueblo la culpa es mía
y el pueblo empezó a susurrar fidel fidel
y el susurro se convirtió en ola clamorosa
que lo abrazó y lo sigue abrazando todavía
la gente la pura gente
la cojonuda gente a la orientala
que en la avenida gritó tiranos temblad
hasta que llegó al mismísimo
temblor del tirano
y la muchacha y el muchacho desconocidos
que se desprendieron un poco de sí mismos
para tender sus manos y decirme
adelante y valor

decididamente

no voy a perder más mis anteojos

por un imperdonable desenfoque

puede uno cometer gravísimos errores.








HOMBRE QUE MIRA MÁS ALLÁ DE SUS NARICES


Hoy me despierto tosco y solitario
no tengo a nadie para dar mi quejas
nadie a quien echar mis culpas de quietud

sé que hoy me van a cerrar todas las puertas,

que no llegará cierta carta que espero,
que habrá malas noticias en los diarios,
que la que quiero no pensará en mí
y lo que es muchísimo peor
pensarán en mí los coroneles
que el mundo será un oscuro
paquete de angustias
que mucho otros aquí o en cualquier parte
se sentirán también toscos y solos
que el cielo se derrumbará
como un techo podrido
y hasta mi sombra
se burlará de mis confianzas

menos mal

que me conozco

menos mal que mañana

o a más tardar pasado
sé que despertaré alegre y solidario,
con mi culpita bien lavada y planchada,
y no sólo se me abrirán las puertas
sino también las ventanas y las vidas,
y la carta que espero llegará
y la leeré seis o siete veces
y las malas noticias de los diarios
no alcanzarán a cubrir las buenas nuevas
y la que quiero
pensará en mi hasta conmoverse
y lo que es muchísimo mejor
los coroneles me echarán al olvido
y no sólo yo muchos otros también
se sentirán solidarios y alegres
y a nadie le importará
que el cielo se derrumbe
y más de uno dirá que ya era hora
y mi sombra empezará a mirarme con respeto

será buena

tan buena la jornada
que desde ya
mi soledad se espanta.








HOMBRE QUE MIRA UN ROSTRO EN UN ÁLBUM


Hacía mucho que no encontraba a esta mujer
de la que conozco detalladamente el cuerpo
y creía conocer aproximadamente el alma

pasado no es presente

eso está claro
pero de cualquier manera hay conmemoraciones
que es bueno revivir

donde hubo fuego

caricias quedan

de pronto ella emerge del susurro evocante

y en voz alta sostiene
que los obreros entienden muy poco
que el pueblo en el fondo es más bien cobarde
que los jóvenes no van a cambiar el mundo
que la violencia bah
que la violencia ufa
que el confort lo alcanza quien lo busca

sólo entonces lo advierto

no me importa que hable en voz alta
mejor dicho no quiero que regrese al susurro

es apenas un rostro en un álbum

y ahora es fácil
dar vuelta la hoja.








HOMBRE QUE MIRA LA LUNA


Es decir la miraba porque ella
se ocultó tras el biombo de nubes
y todo porque muchos amantes de este mundo
le dieron sutilmente el olivo

con su brillo reticente la luna

durante siglos consiguió transformar
el vientre amor en garufa cursilínea
la injusticia terrestre en dolor lapizlázuli

cuando los amantes ricos la miraban

desde sus tedios y sus pabellone satelizaba de lo lindo y oía
que la luna era un fenómeno cultural

pero sí los amantes pobres la contemplaban

desde su ansiedad o desde sus hambrunas
entonces la menguante entornaba los ojos
porque tanta miseria no era para ella

hasta que una noche casualmente de luna

con murciélagos suaves con fantasmas y todo
esos amantes pobres se miraron y a dúo
dijeron no va más al carajo selene
se fueron a su cama de sábanas gastadas
con acre olor a sexo deslunado
su camanido de crujiente vaivén

y libres para siempre de la luna lunática

fornicaron al fin como dios manda
o mejor dicho como dios sugiere.








HOMBRE QUE MIRA AL TIRA QUE LO SIGUE


Well, old spy
Looks like I
Led you down some pretty
blindalleys.
Ray Durem


Señor molusco caballero lapa
ya sabés en qué malos paso ando
conocés mis esquinas y mis fobias
mis bares mis amores mi bufanda

conocés las puteadas que rezo despacito

cuando pasan los verdes apuntando
conocés cómo escupo al cielo ajeno
cuando me hace sombra el helicóptero

conocés bien a que mujer miro

y vos también mirás degenerado
es el único acuerdo entre nosotros
y dura lo que un lirio o una ráfaga

conocés qué porfiada dulzura me atraganta

cuando caen los mejores los más tiernos
los que podrían levantar de a poco
la feroz inocencia que nos salve

conocés que conozco que hay algunos

que cayeron por vos hijo de puta
quiero decir molusco pobre lapa
ya ves que andás en pasos mucho peores

conocés a qué juego y a qué apuesto

sabés que apuesto a que desaparezcas
no al fulano que sos sino el mohoso
herrumbrado tornillo de cadalso

me seguís por mis calles por mis tangos

por mis lluvias y mis noches de arena
vigilas mis gaviotas y mi cédula
mi casilla postal y mi resfrío

conocés mis abrazos y mis postres

mi bigote mi vino mi teléfono
mis libretita con las direcciones
mi mujer mi paraguas mis bolsillos

es decir me sabés todo de afuera

todo de superficie de exteriores
delatarás mi sombra y mi pellejo
y eso no alcanza para hacer la ficha

donde no podés ver donde no llegan

tus antenas en la aurícula izquierda
tengo mi barretin inexpugnable
a prueba de derrotas y de olvido

allí el destino o no se quién carajo

armó el amor y almacenó los odios
pero es ahí donde perdés la pista
es ahí donde vamos a joderte

señor molusco caballero lapa.









HOMBRE PRESO QUE MIRA A SU HIJO


al «viejo» hache


Cuando era como vos me enseñaron los viejos
y también las maestras bondadosas y miopes
que libertad o muerte era una redundancia
a quién se le ocurría en un país
donde los presidentes andaban sin capangas
que la patria o la tumba era otro pleonasmo
ya que la patria funcionaba bien
en las canchas y en los pastoreos

realmente botija no sabian un corno

pobrecitos creían que libertad
era tan sólo una palabra aguda
que muerte era tan sólo grave o llana
y cárceles por suerte una palabra esdrújula

olvidaban poner el acento en el hombre


la culpa no era exactamente de ellos

sino de otros más duros y siniestros
y éstos sí
cómo nos ensartaron
con la limpia república verbal
cómo idealizaron
la vidurria de vacas y estancieros

y cómo nos vendieron un ejército

que tomaba su mate en los cuarteles

uno no siempre hace lo que quiere

uno no siempre puede
por eso estoy aquí
mirándote y echándote
de menos

por eso es que no puedo despeinarte el jopo

ni ayudarte con la tabla del nueve
ni acribillarte a pelotazos

vos sabés que tuve que elegir otros juegos

y que los jugué en serio

y jugué por ejemplo a los ladrones

y los ladrones eran policías

y jugué por ejemplo a la escondida

y si te descubrían te mataban
y jugué a la mancha
y era de sangre

botija aunque tengas pocos años

creo que hay que decirte la verdad
para que no la olvides

por eso no te oculto que me dieron picana

que casi me revientan los riñones

todas estas llagas hinchazones y heridas

que tus ojos redondos
miran hipnotizados
son durísimos golpes
son botas en la cara
demasiado dolor para que te lo oculte
demasiado suplicio para que se me borre

pero también es bueno que conozcas

que tu viejo calló
o puteó como un loco
que es una linda forma de callar

que tu viejo olvidó todos los números

(por eso no podría ayudarte en las tablas)
y por lo tanto todos los teléfonos

y las calles y el color de los ojos

y los cabellos y las cicatrices
y en qué esquina
en qué bar
qué parada
qué casa

y acordarse de vos

de tu carita
lo ayudaba a callar
una cosa es morirse de dolor
y otra cosas morirse de verguenza

por eso ahora

me podés preguntar
y sobre todo
puedo yo responder

uno no siempre hace lo que quiere

pero tiene el derecho de no hacer
lo que no quiere

llorá nomás botija

son macanas
que los hombres no lloran
aquí lloramos todos

gritamos berreamos moqueamos chillamos

maldecimos
porque es mejor llorar que traicionar
porque es mejor llorar que traicionarse

llorá

pero no olvides.








HOMBRE QUE MIRA SU PAÍS DESDE EL EXILIO


a fleur


País verde y herido
comarquita de veras
patria pobre

país ronco y vacío

tumba muchacha
sangre sobre sangre

país lejos y cerca

ocasión del verdugo
los mejores al cepo

país violín en bolsa

o silencio hospital
o pobre artigas

país estremecido

puño y letra
calabozo y praderas

país ya te armarás

pedazo por pedazo
pueblo mi pueblo

país que no te tengo

vida y muerte
cómo te necesito

país verde y herido

comarquita de veras
patria pobre.








HOMBRE QUE MIRA A OTRO HOMBRE QUE MIRA


Vos también estás asombrado
no querés admitir la salvación por el infierno
o acaso no podés creer que haya
cualesquiera hijos de vecino
que metan la vida prójima en el cepo

que un tipo pueda respirar

y buscar el amor
y faenar el tiempo
y besar a sus hijos
y decir oraciones
y hasta cantar bajito
después de haberse traicionado
corrompido
enmerdado
metiendo la vida prójima en el cepo

vos

como yo
estás asombrado

en realidad no hay fogata para ese humo

ni siquiera hay sed para ese cántaro
tal vez no haya pájaros para ese viento
para ese inmune no haya después

las venganzas yacen calmas y feroces

la paciencia se arruga de tanta espera
vos te preguntás donde está la cosecha
y sin embargo tu estupor intacto
demuestra por lo pronto que algo cosechaste

vos mirás como inmóvil y te miro mirar

somos dos conjeturas incómodas fraternas
no entendemos un pito de esta infame justicia
de esa fábrica de odios que propone el olvido

a lo mejor te vino la infancia en un destello

sentiste la sesera esa insensible
pensaste el corazón ese impensable
pero ni así te acostumbraste a esa saña piadosa
a esa masacre tan emputecida
así que no aflojaste ni un suspiro
y te seguiste asombrando te seguiste

yo te miro mirar como inmóvil

pero claro la cosa no se arregla
con miradas
ojeadas
o vistazos

qué tal si nos arremangamos vos y yo.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Love remains even if they erase your memories


Alzando la mirada al cielo ve las gotas caer sobre su rostro, percibe un extraño sentimiento de libertad ya lejano que no volverá a sentir jamás. Queda varado en la multitud, la inmensa multitud de la avenida más concurrida que atraviesa ese bosque de cemento que llaman ciudad. Los edificios grises, las paredes, los atuendos de oscuros tonos tristes hacen aún más pesada su inmensa soledad. Miles de rostros, miles de ojos, sin miradas ni sonrisas. Una luz, una sola mirada, un rostro resalta en el gentío. Tez blanca, un hermoso pelo rubio oscuro, ¡Y la mirada! ¡Inefable esa dulce mirada color miel! La llama se enciende en su alma, sus miradas se cruzan.  Imperceptibles recuerdos, casi inexistentes en sus mentes. ¿Fue en esta vida? ¿Quizás puede haber sido en otra vida? El verdadero amor, la pasión, vencen el recuerdo, vencen el tiempo y el olvido.

martes, 2 de octubre de 2012

Perseverancia

 Esta es una pequeña prosa que relata un suceso importante en mi vida. Fue escrita en el año 2007. Al recuerdo de mi abuelo: Alberto Socino.

Recuerdo aquel día, yo vivía mi feliz infancia, vos tu sabia vejez. Quizás fue un día intrascendente para todos, pero no para mi. Como siempre, yo buscaba aprender de vos, y recuerdo tu voz nombrando aquella desconocida palabra: perseverancia. Me dijiste una frase desconocida para mi pueril mente, "persevera y triunfarás". Con mi inocencia te pregunté: -"Qué signfica abuelo?", y tu sabia voz respondió: -"Es la virtud de seguir adelante sin importar los obstáculos que la vida ponga en frente, es fortalecerse con las derrotas sin abandonar nunca tu ideal, tu lucha, buscar siempre el objetivo".
Quizás fue un día intrascendente para todos, pero no para mi. Ese día aprendí de vos, ese día me enseñaste la palabra más importante parar lograr mis sueños en la vida: PERSEVERANCIA.

domingo, 30 de septiembre de 2012

Wakefield - Nathaniel Hawthorne

Les dejo un cuento del gran autor norteamericano: Hawthorne.

Recuerdo haber leído en alguna revista o periódico viejo la historia, relatada como verdadera, de un hombre -llamémoslo Wakefield- que abandonó a su mujer durante un largo tiempo. El hecho, expuesto así en abstracto, no es muy infrecuente, ni tampoco -sin una adecuada discriminación de las circunstancias- debe ser censurado por díscolo o absurdo. Sea como fuere, este, aunque lejos de ser el más grave, es tal vez el caso más extraño de delincuencia marital de que haya noticia. Y es, además, la más notable extravagancia de las que puedan encontrarse en la lista completa de las rarezas de los hombres. La pareja en cuestión vivía en Londres. El marido, bajo el pretexto de un viaje, dejó su casa, alquiló habitaciones en la calle siguiente y allí, sin que supieran de él la esposa o los amigos y sin que hubiera ni sombra de razón para semejante autodestierro, vivió durante más de veinte años. En el transcurso de este tiempo todos los días contempló la casa y con frecuencia atisbó a la desamparada esposa. Y después de tan largo paréntesis en su felicidad matrimonial cuando su muerte era dada ya por cierta, su herencia había sido repartida y su nombre borrado de todas las memorias; cuando hacía tantísimo tiempo que su mujer se había resignado a una viudez otoñal -una noche él entró tranquilamente por la puerta, como si hubiera estado afuera sólo durante el día, y fue un amante esposo hasta la muerte.

Este resumen es todo lo que recuerdo. Pero pienso que el incidente, aunque manifiesta una absoluta originalidad sin precedentes y es probable que jamás se repita, es de esos que despiertan las simpatías del género humano. Cada uno de nosotros sabe que, por su propia cuenta, no cometería semejante locura; y, sin embargo, intuye que cualquier otro podría hacerlo. En mis meditaciones, por lo menos, este caso aparece insistentemente, asombrándome siempre y siempre acompañado por la sensación de que la historia tiene que ser verídica y por una idea general sobre el carácter de su héroe. Cuando quiera que un tema afecta la mente de modo tan forzoso, vale la pena destinar algún tiempo para pensar en él. A este respecto, el lector que así lo quiera puede entregarse a sus propias meditaciones. Mas si prefiere divagar en mi compañía a lo largo de estos veinte años del capricho de Wakefield, le doy la bienvenida, confiando en que habrá un sentido latente y una moraleja, así no logremos descubrirlos, trazados pulcramente y condensados en la frase final. El pensamiento posee siempre su eficacia; y todo incidente llamativo, su enseñanza.

¿Qué clase de hombre era Wakefield? Somos libres de formarnos nuestra propia idea y darle su apellido. En ese entonces se encontraba en el meridiano de la vida. Sus sentimientos conyugales, nunca violentos, se habían ido serenando hasta tomar la forma de un cariño tranquilo y consuetudinario. De todos los maridos, es posible que fuera el más constante, pues una especie de pereza mantenía en reposo a su corazón dondequiera que lo hubiera asentado. Era intelectual, pero no en forma activa. Su mente se perdía en largas y ociosas especulaciones que carecían de propósito o del vigor necesario para alcanzarlo. Sus pensamientos rara vez poseían suficientes ímpetus como para plasmarse en palabras. La imaginación, en el sentido correcto del vocablo, no figuraba entre las dotes de Wakefield. Dueño de un corazón frío, pero no depravado o errabundo, y de una mente jamás afectada por la calentura de ideas turbulentas ni aturdida por la originalidad, ¿quién se hubiera imaginado que nuestro amigo habría de ganarse un lugar prominente entre los autores de proezas excéntricas? Si se hubiera preguntado a sus conocidos cuál era el hombre que con seguridad no haría hoy nada digno de recordarse mañana, habrían pensado en Wakefield. Únicamente su esposa del alma podría haber titubeado. Ella, sin haber analizado su carácter, era medio consciente de la existencia de un pasivo egoísmo, anquilosado en su mente inactiva; de una suerte de vanidad, su más incómodo atributo; de cierta tendencia a la astucia, la cual rara vez había producido efectos más positivos que el mantenimiento de secretos triviales que ni valía la pena confesar; y, finalmente, de lo que ella llamaba "algo raro" en el buen hombre. Esta última cualidad es indefinible y puede que no exista.

Ahora imaginémonos a Wakefield despidiéndose de su mujer. Cae el crepúsculo en un día de octubre. Componen su equipaje un sobretodo deslustrado, un sombrero cubierto con un hule, botas altas, un paraguas en una mano y un maletín en la otra. Le ha comunicado a la señora de Wakefield que debe partir en el coche nocturno para el campo. De buena gana ella le preguntaría por la duración y objetivo del viaje, por la fecha probable del regreso, pero, dándole gusto a su inofensivo amor por el misterio, se limita a interrogarlo con la mirada. Él le dice que de ningún modo lo espere en el coche de vuelta y que no se alarme si tarda tres o cuatro días, pero que en todo caso cuente con él para la cena el viernes por la noche. El propio Wakefield, tengámoslo presente, no sospecha lo que se viene. Le ofrece ambas manos. Ella tiende las suyas y recibe el beso de partida a la manera rutinaria de un matrimonio de diez años. Y parte el señor Wakefield, en plena edad madura, casi resuelto a confundir a su mujer mediante una semana completa de ausencia. Cierra la puerta. Pero ella advierte que la entreabre de nuevo y percibe la cara del marido sonriendo a través de la abertura antes de esfumarse en un instante. De momento no le presta atención a este detalle. Pero, tiempo después, cuando lleva más años de viuda que de esposa, aquella sonrisa vuelve una y otra vez, y flota en todos sus recuerdos del semblante de Wakefield. En sus copiosas cavilaciones incorpora la sonrisa original en una multitud de fantasías que la hacen extraña y horrible. Por ejemplo, si se lo imagina en un ataúd, aquel gesto de despedida aparece helado en sus facciones; o si lo sueña en el cielo, su alma bendita ostenta una sonrisa serena y astuta. Empero, gracias a ella, cuando todo el mundo se ha resignado a darlo ya por muerto, ella a veces duda que de veras sea viuda.

Pero quien nos incumbe es su marido. Tenemos que correr tras él por las calles, antes de que pierda la individualidad y se confunda en la gran masa de la vida londinense. En vano lo buscaríamos allí. Por tanto, sigámoslo pisando sus talones hasta que, después de dar algunas vueltas y rodeos superfluos, lo tengamos cómodamente instalado al pie de la chimenea en un pequeño alojamiento alquilado de antemano. Nuestro hombre se encuentra en la calle vecina y al final de su viaje. Difícilmente puede agradecerle a la buena suerte el haber llegado allí sin ser visto. Recuerda que en algún momento la muchedumbre lo detuvo precisamente bajo la luz de un farol encendido; que una vez sintió pasos que parecían seguir los suyos, claramente distinguibles entre el multitudinario pisoteo que lo rodeaba; y que luego escuchó una voz que gritaba a lo lejos y le pareció que pronunciaba su nombre. Sin duda alguna una docena de fisgones lo habían estado espiando y habían corrido a contárselo todo a su mujer. ¡Pobre Wakefield! ¡Qué poco sabes de tu propia insignificancia en este mundo inmenso! Ningún ojo mortal fuera del mío te ha seguido las huellas. Acuéstate tranquilo, hombre necio; y en la mañana, si eres sabio, vuelve a tu casa y dile la verdad a la buena señora de Wakefield. No te alejes, ni siquiera por una corta semana, del lugar que ocupas en su casto corazón. Si por un momento te creyera muerto o perdido, o definitivamente separado de ella, para tu desdicha notarías un cambio irreversible en tu fiel esposa. Es peligroso abrir grietas en los afectos humanos. No porque rompan mucho a lo largo y ancho, sino porque se cierran con mucha rapidez.

Casi arrepentido de su travesura, o como quiera que se pueda llamar, Wakefield se acuesta temprano. Y, despertando después de un primer sueño, extiende los brazos en el amplio desierto solitario del desacostumbrado lecho.

-No -piensa, mientras se arropa en las cobijas-, no dormiré otra noche solo.

Por la mañana madruga más que de costumbre y se dispone a considerar lo que en realidad quiere hacer. Su modo de pensar es tan deshilvanado y vagaroso, que ha dado este paso con un propósito en mente, claro está, pero sin ser capaz de definirlo con suficiente nitidez para su propia reflexión. La vaguedad del proyecto y el esfuerzo convulsivo con que se precipita a ejecutarlo son igualmente típicos de una persona débil de carácter. No obstante, Wakefield escudriña sus ideas tan minuciosamente como puede y descubre que está curioso por saber cómo marchan las cosas por su casa: cómo soportará su mujer ejemplar la viudez de una semana y, en resumen, cómo se afectará con su ausencia la reducida esfera de criaturas y de acontecimientos en la que él era objeto central. Una morbosa vanidad, por lo tanto, está muy cerca del fondo del asunto. Pero, ¿cómo realizar sus intenciones? No, desde luego, quedándose encerrado en este confortable alojamiento donde, aunque durmió y despertó en la calle siguiente, está efectivamente tan lejos de casa como si hubiera rodado toda la noche en la diligencia. Sin embargo, si reapareciera echaría a perder todo el proyecto. Con el pobre cerebro embrollado sin remedio por este dilema, al fin se atreve a salir, resuelto en parte a cruzar la bocacalle y echarle una mirada presurosa al domicilio desertado. La costumbre -pues es un hombre de costumbres- lo toma de la mano y lo conduce, sin que él se percate en lo más mínimo, hasta su propia puerta; y allí, en el momento decisivo, el roce de su pie contra el peldaño lo hace volver en sí. ¡Wakefield! ¿Adónde vas?

En ese preciso instante su destino viraba en redondo. Sin sospechar siquiera en la fatalidad a la que lo condena el primer paso atrás, parte de prisa, jadeando en una agitación que hasta la fecha nunca había sentido, y apenas sí se atreve a mirar atrás desde la esquina lejana. ¿Será que nadie lo ha visto? ¿No armarán un alboroto todos los de la casa -la recatada señora de Wakefield, la avispada sirvienta y el sucio pajecito- persiguiendo por las calles de Londres a su fugitivo amo y señor? ¡Escape milagroso! Cobra coraje para detenerse y mirar a la casa, pero lo desconcierta la sensación de un cambio en aquel edificio familiar, igual a las que nos afectan cuando, después de una separación de meses o años, volvemos a ver una colina o un lago o una obra de arte de los cuales éramos viejos amigos. ¡En los casos ordinarios esta impresión indescriptible se debe a la comparación y al contraste entre nuestros recuerdos imperfectos y la realidad. En Wakefield, la magia de una sola noche ha operado una transformación similar, puesto que en este breve lapso ha padecido un gran cambio moral, aunque él no lo sabe. Antes de marcharse del lugar alcanza a entrever la figura lejana de su esposa, que pasa por la ventana dirigiendo la cara hacia el extremo de la calle. El marrullero ingenuo parte despavorido, asustado de que sus ojos lo hayan distinguido entre un millar de átomos mortales como él. Contento se le pone el corazón, aunque el cerebro está algo confuso, cuando se ve junto a las brasas de la chimenea en su nuevo aposento.

Eso en cuanto al comienzo de este largo capricho. Después de la concepción inicial y de haberse activado el lerdo carácter de este hombre para ponerlo en práctica, todo el asunto sigue un curso natural. Podemos suponerlo, como resultado de profundas reflexiones, comprando una nueva peluca de pelo rojizo y escogiendo diversas prendas del baúl de un ropavejero judío, de un estilo distinto al de su habitual traje marrón. Ya está hecho: Wakefield es otro hombre. Una vez establecido el nuevo sistema, un movimiento retrógrado hacia el antiguo sería casi tan difícil como el paso que lo colocó en esta situación sin paralelo. Además, ahora lo está volviendo testarudo cierto resentimiento del que adolece a veces su carácter, en este caso motivado por la reacción incorrecta que, a su parecer, se ha producido en el corazón de la señora de Wakefield. No piensa regresar hasta que ella no esté medio muerta de miedo. Bueno, ella ha pasado dos o tres veces ante sus ojos, con un andar cada vez más agobiado, las mejillas más pálidas y más marcada de ansiedad la frente. A la tercera semana de su desaparición, divisa un heraldo del mal que entra en la casa bajo el perfil de un boticario. Al día siguiente la aldaba aparece envuelta en trapos que amortigüen el ruido. Al caer la noche llega el carruaje de un médico y deposita su empelucado y solemne cargamento a la puerta de la casa de Wakefield, de la cual emerge después de una visita de un cuarto de hora, anuncio acaso de un funeral. ¡Mujer querida! ¿Irá a morir? A estas alturas Wakefield se ha excitado hasta provocarse algo así como una efervescencia de los sentimientos, pero se mantiene alejado del lecho de su esposa, justificándose ante su conciencia con el argumento de que no debe ser molestada en semejante coyuntura. Si algo más lo detiene, él no lo sabe. En el transcurso de unas cuantas semanas ella se va recuperando. Ha pasado la crisis. Su corazón se siente triste, acaso, pero está tranquilo. Y, así el hombre regrese tarde o temprano, ya no arderá por él jamás. Estas ideas fulguran cual relámpagos en las nieblas de la mente de Wakefield y le hacen entrever que una brecha casi infranqueable se abre entre su apartamento de alquiler y su antiguo hogar.

-¡Pero si sólo está en la calle del lado! -se dice a veces.

¡Insensato! Está en otro mundo. Hasta ahora él ha aplazado el regreso de un día en particular a otro. En adelante, deja abierta la fecha precisa. Mañana no... probablemente la semana que viene... muy pronto. ¡Pobre hombre! Los muertos tienen casi tantas posibilidades de volver a visitar sus moradas terrestres como el autodesterrado Wakefield.

¡Ojalá yo tuviera que escribir un libro en lugar de un artículo de una docena de páginas! Entonces podría ilustrar cómo una influencia que escapa a nuestro control pone su poderosa mano en cada uno de nuestros actos y cómo urde con sus consecuencias un férreo tejido de necesidad. Wakefield está hechizado. Tenemos que dejarlo que ronde por su casa durante unos diez años sin cruzar el umbral ni una vez, y que le sea fiel a su mujer, con todo el afecto de que es capaz su corazón, mientras él poco a poco se va apagando en el de ella. Hace mucho, debemos subrayarlo, que perdió la noción de singularidad de su conducta.

Ahora contemplemos una escena. Entre el gentío de una calle de Londres distinguimos a un hombre entrado en años, con pocos rasgos característicos que atraigan la atención de un transeúnte descuidado, pero cuya figura ostenta, para quienes posean la destreza de leerla, la escritura de un destino poco común. Su frente estrecha y abatida está cubierta de profundas arrugas. Sus pequeños ojos apagados a veces vagan con recelo en derredor, pero más a menudo parecen mirar adentro. Agacha la cabeza y se mueve con un indescriptible sesgo en el andar, como si no quisiera mostrarse de frente entero al mundo. Obsérvelo el tiempo suficiente para comprobar lo que hemos descrito y estará de acuerdo con que las circunstancias, que con frecuencia producen hombres notables a partir de la obra ordinaria de la naturaleza, han producido aquí uno de estos. A continuación, dejando que prosiga furtivo por la acera, dirija su mirada en dirección opuesta, por donde una mujer de cierto porte, ya en el declive de la vida, se dirige a la iglesia con un libro de oraciones en la mano. Exhibe el plácido semblante de la viudez establecida. Sus pesares o se han apagado o se han vuelto tan indispensables para su corazón que sería un mal trato cambiarlos por la dicha. Precisamente cuando el hombre enjuto y la mujer robusta van a cruzarse, se presenta un embotellamiento momentáneo que pone a las dos figuras en contacto directo. Sus manos se tocan. El empuje de la muchedumbre presiona el pecho de ella contra el hombro del otro. Se encuentran cara a cara. Se miran a los ojos. Tras diez años de separación, es así como Wakefield tropieza con su esposa.

Vuelve a fluir el río humano y se los lleva a cada uno por su lado. La grave viuda recupera el paso y sigue hacia la iglesia, pero en el atrio se detiene y lanza una mirada atónita a la calle. Sin embargo, pasa al interior mientras va abriendo el libro de oraciones. ¡Y el hombre! Con el rostro tan descompuesto que el Londres atareado y egoísta se detiene a verlo pasar, huye a sus habitaciones, cierra la puerta con cerrojo y se tira en la cama. Los sentimientos que por años estuvieron latentes se desbordan y le confieren un vigor efímero a su mente endeble. La miserable anomalía de su vida se le revela de golpe. Y grita exaltado:

-¡Wakefield, Wakefield, estás loco!

Quizás lo estaba. De tal modo debía de haberse amoldado a la singularidad de su situación que, examinándolo con referencia a sus semejantes y a las tareas de la vida, no se podría afirmar que estuviera en su sano juicio. Se las había ingeniado (o, más bien, las cosas habían venido a parar en esto) para separarse del mundo, hacerse humo, renunciar a su sitio y privilegios entre los vivos, sin que fuera admitido entre los muertos. La vida de un ermitaño no tiene paralelo con la suya. Seguía inmerso en el tráfago de la ciudad como en los viejos tiempos, pero las multitudes pasaban de largo sin advertirlo. Se encontraba -digámoslo en sentido figurado- a todas horas junto a su mujer y al pie del fuego, y sin embargo nunca podía sentir la tibieza del uno ni el amor de la otra. El insólito destino de Wakefield fue el de conservar la cuota original de afectos humanos y verse todavía involucrado en los intereses de los hombres, mientras que había perdido su respectiva influencia sobre unos y otros. Sería un ejercicio muy curioso determinar los efectos de tales circunstancias sobre su corazón y su intelecto, tanto por separado como al unísono. No obstante, cambiado como estaba, rara vez era consciente de ello y más bien se consideraba el mismo de siempre. En verdad, a veces lo asaltaban vislumbres de la realidad, pero sólo por momentos. Y aun así, insistía en decir "pronto regresaré", sin darse cuenta de que había pasado veinte años diciéndose lo mismo.

Imagino también que, mirando hacia el pasado, estos veinte años le parecerían apenas más largos que la semana por la que en un principio había proyectado su ausencia. Wakefield consideraría la aventura como poco más que un interludio en el tema principal de su existencia. Cuando, pasado otro ratito, juzgara que ya era hora de volver a entrar a su salón, su mujer aplaudiría de dicha al ver al veterano señor Wakefield. ¡Qué triste equivocación! Si el tiempo esperara hasta el final de nuestras locuras favoritas, todos seríamos jóvenes hasta el día del juicio.

Cierta vez, pasados veinte años desde su desaparición, Wakefield se encuentra dando el paseo habitual hasta la residencia que sigue llamando suya. Es una borrascosa noche de otoño. Caen chubascos que golpetean en el pavimento y que escampan antes de que uno tenga tiempo de abrir el paraguas. Deteniéndose cerca de la casa, Wakefield distingue a través de las ventanas de la sala del segundo piso el resplandor rojizo y oscilante y los destellos caprichosos de un confortable fuego. En el techo aparece la sombra grotesca de la buena señora de Wakefield. La gorra, la nariz, la barbilla y la gruesa cintura dibujan una caricatura admirable que, además, baila al ritmo ascendiente y decreciente de las llamas, de un modo casi en exceso alegre para la sombra de una viuda entrada en años. En ese instante cae otro chaparrón que, dirigido por el viento inculto, pega de lleno contra el pecho y la cara de Wakefield. El frío otoñal le cala hasta la médula. ¿Va a quedarse parado en ese sitio, mojado y tiritando, cuando en su propio hogar arde un buen fuego que puede calentarlo, cuando su propia esposa correría a buscarle la chaqueta gris y los calzones que con seguridad conserva con esmero en el armario de la alcoba? ¡No! Wakefield no es tan tonto. Sube los escalones, con trabajo. Los veinte años pasados desde que los bajó le han entumecido las piernas, pero él no se da cuenta. ¡Detente, Wakefield! ¿Vas a ir al único hogar que te queda? Pisa tu tumba, entonces. La puerta se abre. Mientras entra, alcanzamos a echarle una mirada de despedida a su semblante y reconocemos la sonrisa de astucia que fuera precursora de la pequeña broma que desde entonces ha estado jugando a costa de su esposa. ¡Cuán despiadadamente se ha burlado de la pobre mujer! En fin, deseémosle a Wakefield buenas noches.

El suceso feliz -suponiendo que lo fuera- sólo puede haber ocurrido en un momento impremeditado. No seguiremos a nuestro amigo a través del umbral. Nos ha dejado ya bastante sustento para la reflexión, una porción del cual puede prestar su sabiduría para una moraleja y tomar la forma de una imagen. En la aparente confusión de nuestro mundo misterioso los individuos se ajustan con tanta perfección a un sistema, y los sistemas unos a otros, y a un todo, de tal modo que con sólo dar un paso a un lado cualquier hombre se expone al pavoroso riesgo de perder para siempre su lugar. Como Wakefield, se puede convertir, por así decirlo, en el Paria del Universo.
 
 

viernes, 24 de agosto de 2012

Luego de abrir los ojos,
tan agitados por el sueño siniestro,
exaltado por el fuego temerario quemandome por dentro,
así la vi, brillando por la luz de la luna que iluminaba sólo una parte de su rostro.

Ángel romántico que aparece noche y día,
que con su mirada obnubila mi razón y despierta la locura,
sus besos son caricias divinas que descifran los misterios de mi alma,
que me desnudan ante la inmensidad.

No hay nimiedades en ella,
y todo es nimio si es ajeno a ella,
Insignificante me siento ante la absoluta belleza,
de su cuerpo desnudo bajo la luna.

lunes, 20 de agosto de 2012

A M.D.P.

La llama volvió a arder,
nuestras almas fueron el combustible del fuego del amor,
Cada lugar del mundo que habitamos perfumamos de pasión.

Nuestras miradas se cruzan, miradas furtivas,
denotan el sosiego que trae haber abandonado la dura soledad,
la penumbra que emerge en la distancia cuando dos seres amantes se alejan.

Desaparecen esos recovecos de vacío,
esos minutos de agonía,
cuando me recuesto en tu pecho.

Cada segundo es eterno,
en cada instante  me detengo,
respiro el aire de tu amor, de mi felicidad.

Nada importa ya,
más que tu sonrisa, tu felicidad, la nuestra...


sábado, 18 de agosto de 2012

Informe sobre caricias - Mario Benedetti

1
La caricia es un lenguaje
si tus caricias me hablan
no quisiera que se callen

2
La caricia no es la copia
de otra caricia lejana
es una nueva versión
casi siempre mejorada

3
Es la fiesta de la piel
la caricia mientras dura
y cuando se aleja deja
sin amparo a la lujuria

4
Las caricias de los sueños
que son prodigio y encanto
adolecen de un defecto
no tiene tacto

5
Como aventura y enigma
la caricia empieza antes
de convertirse en caricia

6
Es claro que lo mejor
no es la caricia en sí misma
sino su continuación

martes, 14 de agosto de 2012

Poetas sin fortuna,
escriben versos bajo la luna,
de algún amor perdido,

Poetas mundanos,
poetas callejeros,
sin vida y sin consuelo.

Mientras el tiempo corre,
la gente vive,
desde afuera el poeta contempla.
Milagrosa tu boca,
jardín del edén de los deseos,
da oníricos besos a mi alma.

A veces no existe el tiempo,
todo pareciera ser eterno,
Si tu presencia agraciada se deja ver.

Renacer del corazón,
primavera de mi alma,
sosiego sin fin.

Yo no dudo ni un instante,
me has hecho comprender,
que el amor realmente existe.
El aire se torna espeso, oscuro,
él sale a mi encuentro,
con la cara desfigurada el fantasma me asalta,
choque de mundos, colisión societal.

Esta vez yo salí ganando, a la vez perdiendo,
por mirar cara a cara a la desdicha,
sin poder contrariarla, yéndome con oídos sordos y ojos ciegos,
a la tristeza del mundo.
Toda mi tristeza sucumbe ante tu risa,
incipiente mueca de placer,
convierte tu inocente boca.

Todo tu amor perfuma mis mañanas,
como una rosa apasionada inunda con su belleza la natura,
El invento más preciado de mi realidad, mi alegría inmortal.

Dulce tu mirada,
derrite el desamor, lo desarma,
desborda de frución mi alma.

lunes, 13 de agosto de 2012

Despierto repentinamente,
Camino a tientas por la oscuridad del pasillo,
No pienso, no existo.
Sólo me cubre la gracia inefable de la noche.
No distingo realidad de irrealidad...

Sostengo un escrito en la mano,
No distingo lo que leo,
Lo guardo,
No sé si estaba soñando o si estaba despierto.
No distingo realidad de irrealidad...

Un atisbo de luz, un vislumbre,
Las pupilas se contraen,
Imágenes en la tiniebla,
Lóbregas figuras.
No distingo realidad de irrealidad...

¡Qué delgada la línea! ¡Qué difuso límite separa el sueño de la realidad!

martes, 7 de agosto de 2012

Matsuo Bashô

Conversando con la mujer que da letra a mi poesía comentaba sobre la diversidad de literatura, de poesía que existe en cada rincón del mapa (Y de gran calidad muchas veces). Muchas veces enclaustramos nuestro interés, de alguna manera, en nuestra cultura, nuestro arte occidental. Así surgió mi idea de comenzar a publicar algunos poetas pertenecientes a cultura extra-occidentales. Comenzaré con Matsuo Bashô:

Poeta japonés nacido en Ueno, Akasaka, en 1644.
Perteneciente a una familia noble, a los 19 años se alejó de su familia para conseguir recursos propios sirviendo como discípulo del jefe samurai Toudou Yoshitada. Algún tiempo después de la muerte de su maestro, fue alumno del gran poeta de la literatura china Kitamura Kinguin, quien lo guió hasta convertirlo en gran maestro de la poesía oriental.
En 1675 se trasladó a Edo, actual Tokyo, ingresando al círculo del Haiku, en el cual formaban parte importantes poetas de la época. Adquirió gran fama en el ambiente cultural, logró una buena independencia económica que le permitió trasladar su residencia a las afueras de la ciudad, logrando, en medio de la naturaleza, la tranquilidad e inspiración necesarias para desarrollar su labor poética.
Falleció en 1694 víctima de una corta enfermedad. 




Primavera

Ved, bajo la lluvia de primavera,
la entrevista de ese abrigo
y ese paraguas.

* * *

El escenario de la primavera
¡Está casi preparado:
La luna y las flores del ciruelo.

* * *

Se oscurece el mar:
gritos de gaviotas,
apenas blancos.

* * *

Sí, la primavera ha llegado;
Esta mañana una colina sin nombre
Envuelta por la niebla.

* * *

De qué árbol florido
No lo sé,
Pero ¡ah, qué fragancia!

* * *

Durante todo el día,
Aunque no tan largo para la alondra,
Cantando, cantando.

* * *

Un viejo estanque;
Se zambulle una rana,
El sonido del agua.

* * *

El hombre que diga,
"Mis hijos son una carga",
No habrá flores para él.

* * *

¡Despierta, despierta,
Mariposa dormida,
Y seamos compañeros!

* * *

Con cada ráfaga de viento,
La mariposa cambia de lugar
En el sauce.

* * *

La camelia del árbol
Cayó,
Vertiendo su agua.

* * *

La campana del templo cesa.
La fragancia de las flores en la noche.
Aún tañe la campana.

* * *

¿No es como el nido de un ratón,
Este ser incapaz de dormir
Por las flores?

* * *

Un verde sauce
Goteando en el lodo,
En la marea baja.

* * *

Pronto se va la primavera,
lloran los pájaros y hay lágrimas
en los ojos de los peces.

* * *

En medio del llano
Canta la alondra,
Libre de todo.



Verano

Preso en la cascada
un instante:
ya comienza el verano.

* * *

¡Ay perlas de verano!
Eso es todo lo que queda
del sueño de los héroes.

* * *

Las lluvias de mayo
no te atacan ya,
templo de oro.

¡Qué admirable,
Quien no piensa, "La vida es fugaz,"
Cuando ve el destello de un relámpago.

* * *

Me siento como en un cuadro;
La vaca avanza lentamente
Por el páramo veraniego.

* * *

El río Mogami
Ha arrastrado al ardiente Sol
Hasta el Océano.

* * *

El principio de la poesía:
La canción de los plantadores de arroz,
En la provincia de Oshu.

* * *

Un pobre hospedaje;
El lloriqueo de un perro
Bajo la lluvia en la noche.

* * *

Una casa exquisita:
Los gorriones son felices en el mijo
Del campo trasero.

* * *

¡Ah! ¡La hierba del Verano!
Todo lo que queda
De los sueños de los guerreros.

* * *

El claro de luna penetra
En la gran arboleda de bambúes:
El hototogisu grita.

* * *

El hototogisu,
Cantar, y volar, y cantar, -
¡Qué vida tan ocupada!

* * *

¡Ah kankodori!
En mi tristeza,
Ahondas mi soledad,

* * *

Moscas de Kiso,
Aprended del viaje
De este vagabundo cargado de dolor.

* * *

Pulgas, piojos,
El caballo meando
Junto a mi almohada.

* * *

Silencio;
La voz de las cigarras
Penetra las rocas.

Nada indica
En la voz de la cigarra
Que pronto morirá.

¡Ah, qué glorioso!
Las jóvenes hojas, las verdes hojas-
Brillando al sol!



Otoño

Tal y como me parece,
El País de los Muertos es así:
Una noche de otoño.

* * *

Este otoño,
Qué viejo me hago:
¡Ah, las nubes, los pájaros!

* * *

Riguroso otoño;
Mi vecino,
¿Cómo vive?

* * *

Una noche de otoño;
Un cuervo posado
En una rama seca.

* * *

La luna pasa rápidamente,
Las ramas aún sostienen
Las gotas de lluvia.

* * *

De vez en cuando
Las nubes dan un descanso
A los contempladores de la luna.

* * *

La luna llena de otoño;
Niños sentados en fila
En la terraza del templo.

* * *

El pobre muchacho
Moliendo el arroz,
Levanta su mirada hacia la luna.

* * *

Resignado de corazón
A exponerse al tiempo,
El viento me atraviesa.

* * *

Sopla el viento del otoño,
Pero las púas del castaño
Están verdes.

* * *

El sol rojo brillante,
Implacablemente caliente,
Pero el viento es de otoño.

* * *

¡Sacúdete, oh tumba!
Mi voz llorosa
Es el viento del otoño.

* * *

Mi cabaña de paja;
En el mundo de fuera
¿Es tiempo de cosecha?

* * *

¡Ah, esta morada!
Muchas veces el picamaderos
Picoteará sus postes.

* * *

Una Rosa de Sharon
Al borde del camino;
El caballo se la ha comido.

* * *

Las flores del trebol
No dejan caer, a pesar de todo su balanceo,
Las brillantes gotas de rocío.

* * *

El crisantemo
Es delgado y débil,
Pero tiene su destinado capullo.

* * *

Nunca olvides
El gusto solitario
Del blanco rocío.

* * *

En otoño nos separamos
como las dos conchas
de la almeja.



Invierno

¡Qué cortesía!
Hasta la nieve es fragante
En Minamidani.

* * *

Una helada noche de lágrimas
El sonido del remo
Golpeando la ola.

* * *

El año toca a su fin:
Aún llevo
Mi kasa y mis sandalias de paja.

* * *

La primera lluvia del invierno,
y mi nombre debería ser,
"Viajero."

* * *

La primera nevada :
Las hojas de los narcisos
Se doblan.

* * *

La tempestad de invierno
Se escondió entre los bambúes,
Y amainó en silencio.

* * *

La desolación del invierno:
En un mundo de un color
El sonido del viento.

* * *

Enfermo en un viaje;
Mis sueños vagan
Sobre un páramo seco.

* * *

Viajando por el mundo,
De aquí a allá, de aquí a allá,
Allanando el pequeño campo.

* * *

El dios está ausente;
Sus hojas muertas están amontonadas,
Y todo está desierto.

* * *

Retiro invernal;
En la pantalla dorada,
El pino envejece.

* * *

Después de los crisantemos,
A excepción del largo nabo,
No hay nada.

* * *

Parece que tenga cien años,
El jardín de este templo,
Con sus hojas caídas.

* * *

Mi casa natal;
Llorando sobre el cordón umbilical,
El fin de año.


viernes, 3 de agosto de 2012

Henrich Heine



Nueva primavera

En su amor la mariposa
Vuela de la fresca rosa
Sobre el cáliz perfumado;
Un rayo del sol ardiente
La baña amorosamente
Con su resplandor dorado.
Pero ¿a quién ama la rosa?
¿Quién el amor de la hermosa,
Quisiera saber, merece?
¿Es el ruiseñor que canta?
¿O el astro que se levanta
Cuando la tarde decrece?
No sé a quién la rosa adora:
Pero mi pecho atesora
Para todos tierno amor;
Para todos, rosa bella,
Rayo de sol, clara estrella,
Mariposa y ruiseñor.


Insomnio

Cuando de noche pienso en Alemania,
No desciende a mis párpados el sueño;
Mis ojos no se cierran, mas los mojan
Mis lágrimas de fuego.
El tiempo va pasando; ya doce años
Desde que vi a mi madre trascurrieron;
Con la ausencia se acrecen cada día
Mi pena y mis deseos.
Aumentan mis deseos y mis penas;
De extraño hechizo preso,
A todas horas en mi mente viene
La viejecita, que conserve el cielo.
La pobre vieja me idolatra tanto,
Que hasta en sus cartas veo
Cómo su mano tiembla, y cuál se agita
Su corazón de madre allá en su pecho.
No se escapa mi madre de mi mente;
Doce años trascurrieron,
Doce años de dolor huyeron tardos,
Después que la estreché contra mi pecho.
Será eterna Alemania,
Es país de robusto y sano cuerpo:
Con sus fuertes encinas, con sus tilos,
Siempre podré encontrar su amado suelo.
Si allí mi pobre madre no viviera,
No suspirara por volver mi pecho.
No morirá Alemania, mas mi madre
Puede volar al cielo.
¡Cuántos, después que abandoné mi patria,
Besó la muerte con su helado beso!
¡Sangre derrama triste
Mi pobre corazón cuando los cuento!
Y es preciso contarlos; con el número
Aumenta mi dolor, y que los muertos,
Fríos y tristes ruedan,
Creo ¡gran Dios! sobre mi herido pecho.
¡Dios de bondad! por mi balcón penetra
Del sol de Francia el resplandor sereno;
Mi esposa llega, y su sonrisa aleja
Mis patrios melancólicos recuerdos.

Intermezzo lírico

Érase un caballero macilento,
Trémulo, triste, silencioso y lento,
Que vagaba al acaso,
con inseguro paso,
Siempre en hondos ensueños sumergido,
Tan desairado y zurdo y distraído,
Que susurraban flores y doncellas
Al pasar, vacilante, junto a ellas.

Huyendo de los hombres a menudo,
El lugar más recóndito escogía
De la casa, y allí, anhelante y mudo,
En la sombra los brazos extendía.-
¡Media noche sonó!... Rara armonía
Y voces peregrinas se escucharon
Entre la vaga bruma,
Y a la puerta, quedísimo, tocaron.

Con furtiva pisada,
Su visión adorada
Entra vestida de sonante espuma,
Y como fresca rosa,
La divinal hermosa
Brilla, encanta y perfuma.
Cúbrela tenue velo
De vaporosas joyas adornado,
Y la áurea cabellera en rizos suelta,
En ondas baña su figura esbelta;
Brillan sus ojos con la luz del cielo.
Y en brazos uno de otro, al par lanzados,
Se acarician los enamorados.

Contra el amante pecho,
Con fuerza apasionada,
La oprime el caballero en lazo estrecho;
Y el soñador despierta,
Y la nieve se torna en llamarada,
Y el pálido enrojece, y se convierte
El temeroso en atrevido y fuerte.
Mas ella, con engaño femenino
Y sin igual destreza,
Con el brillante velo diamantino
Le envuelve, sin sentirlo, la cabeza.

Encantado al instante
Se encuentra el caballero en un radiante
Palacio de cristal, bajo la linfa
De una tersa laguna sepultado.
Absorto y deslumbrado
Queda ante brillo tanto, mas la ninfa
Del onda habitadora
En sus brazos lo estrecha, lo enamora,
Y en tanto, sus doncellas
A la cítara arrancan notas bellas.

Y de modo tan dulce y lisonjero
Cantan y tocan, que los pies se lanzan
Al baile embriagador, y alegres danzan;
Y siente el caballero
Que, ya desvanecidos,
Amenazan dejarle sus sentidos;
Y a la ondina se enlaza
Y estrechamente en su ansiedad la abraza.
Más, de pronto se extingue
La viva luz... ¡Oscuridad completa!...
¡Y a hallarse vuelve, solitario y triste,
En su guardilla mísera el poeta!


lunes, 30 de julio de 2012

Lluvia

 "No hay nada más claro,
que la soledad que desnuda la lluvia.
Despierta la nostalgia,
el recuerdo por las cosas perdidas.

Es increíble como es sinfín de gotas que caen
encienden tu alma.
Tempestades, cielos grises,
Nos hacen pensar.

Ese ruído casi unísono
Que provocan las gotas al caer
Y ese rayo que ilumina el cielo, la noche
Resuenan en nuestro inconsciente, para volver a recordar tormentas vividas por nuestras almas."

Poema escrito el 20/10/2008

sábado, 28 de julio de 2012

Sobre escribir

Asoma sus rayos el sol,
En una vieja hoja escribo,
Vierto mis sentimientos,
Y desaparece lo que me rodea.

Inefable sensación de arrancarme el corazón,
Y plasmarlo en el papel,
Y una necesidad incurable
de hacer de este trozo de papel
un lugar de mi memoria.

El sol ya no golpea mi cara,
Y la ventana como un cuadro me muestra su color,
Como el ave que vuela por los aires,
Que respira libertad,
Así me siento, luego de dejar fluir mis sentimientos.

Luego, la libertad se pierde,
Y con el cuerpo encadenado,
Vuelve la rutina, la vida,
¡Cómo quisiera ser aquel ave!
¡Cómo quisiera respirar libertad y volar!

jueves, 26 de julio de 2012

Ya lejos queda el ruido de la ciudad,
 la oscuridad te absorbe.
Ya el frío quema la piel,
y un sueño profundo llega.
Luz de luna, otra estación, campo y llanura,.
La paz del viajero,
los kilómetros son vidas que se dejan atrás.

lunes, 16 de julio de 2012

Vicente Huidobro

PARA LLORAR

Es para llorar que buscamos nuestros ojos
Para sostener nuestras lágrimas allá arriba
En sus sobres nutridos de nuestros fantasmasEs para llorar que apuntamos los fusiles sobre el día
Y sobre nuestra memoria de carne
Es para llorar que apreciamos nuestros huesos y a la muerte sentada
                                                                                    [junto a la novia
Escondemos nuestra voz de todas las noches
Porque acarreamos la desgracia
Escondemos nuestras miradas bajo las alas de las piedras
Respiramos más suavemente que el cielo en el molino
Tenemos miedo
Nuestro cuerpo cruje en el silencio
Como el esqueleto en el aniversario de su muerte
Es para llorar que buscamos palabras en el corazón
En el fondo del viento que hincha nuestro pecho
En el milagro del viento lleno de nuestras palabras
La muerte está atornillada a la vida
Los astros se alejan en el infinito y los barcos en el mar
Las voces se alejan en el aire vuelto hacia la nada
Los rostros se alejan entre los pinos de la memoria
Y cuando el vacío está vacío bajo el aspecto irreparable
El viento abre los ojos de los ciegos
Es para llorar para llorar
Nadie comprende nuestros signos y gestos de largas raíces
Nadie comprende la paloma encerrada en nuestras palabras
Paloma de nube y de noche
De nube en nube y de noche en noche
Esperamos en la puerta el regreso de un suspiro
Miramos ese hueco en el aire en que se mueven los que aún no han nacido
Ese hueco en que quedaron las miradas de los ciegos estatuarios
Es para poder llorar es para poder llorar
Porque las lagrimas deben llover sobre las mejillas de la tarde
Es para llorar que la vida es tan corta
Es para llorar que la vida es tan larga
El alma salta de nuestro cuerpo
Bebemos en la fuente que hace ver los ojos ausentes
La noche llega con sus corderos y sus selvas intraducibles
La noche llega a paso de montaña
Sobre el piano donde el árbol brota
Con sus mercancías y sus signos amargos
Con sus misterios que quisiera enterrar en el cielo
La ciudad cae en el saco de la noche
Desvestida de gloria y de prodigios
El mar abre y cierra su puerta
Es para llorar para llorar
Porque nuestras lágrimas no deben separarse del buen camino
Es para llorar que buscamos la cuna de la luz
Y la cabellera ardiente de la dicha
Es la noche de la nadadora que sabe transformarse en fantasma
Es para llorar que abandonamos los campos de las simientes
En donde el árbol viejo canta bajo la tempestad como la estatua del mañana
Es para llorar que abrimos la mente a los climas de impaciencia
Y que no apagamos el fuego del cerebro
Es para llorar que la muerte es tan rápida
Es para llorar que la muerte es tan lenta

 Noche

Sobre la nieve se oye resbalar la noche.
La canción caía de los árboles,
Y tras la niebla daban voces.
De una mirada encendí mi cigarro.

Cada vez que abro los labios
Inundo de nubes el vacío.
                                                     En el puerto,
Los mástiles están llenos de nidos,

Y el viento
                             gime entre las alas de los pájaros.
                LAS OLAS MECEN AL NAVÍO MUERTO
Yo en la orilla silbando,
             Miro la estrella que humea entre mis dedos
  
La vida es sueño
Los ojos andan de día en día
Las princesas posan de rama en rama
Como la sangre de los enanos
Que cae igual que todas sobre las hojas
Cuando llega su hora de noche en noche
Las hojas muertas quieren hablar
Son gemelas de voz dolorida
Son la sangre de las princesas
Y los ojos de rama en rama
Que caen igual que los astros viejos
Con las alas rotas como corbatas
La sangre cae de rama en rama
De ojo en ojo y de voz en voz
La sangre cae como corbatas
No puede huir saltando como los enanos
Cuando las princesas pasan
Hacia sus astros doloridos
Como las alas de las hojas
Como los ojos de las olas
Como las hojas de los ojos
Como las olas de las alas
Las horas caen de minuto en minuto
Como la sangre
Que quiere hablar
  
Horas

El villorrio.
Un tren detenido sobre el llanto.
En cada charco
                                       duermen las estrellas sordas,
Y el agua tiembla.
cortinaje al viento
                           
                                                     La noche cuelga en la arboleda.
En el campanario florecido

Una gotera viva
                                         Desangra las estrellas.
         
De cuando en cuando
Las horas maduras
                                                      Caen sobre la vida.


Ilusiones perdidas

Hoja del árbol caída en infancia
hoja caída de rodillas
en el centro de su olvido
dulce juguete de esperanzas y relámpagos
sangrando la cabeza malherida
como las ilusiones ópticas
en su palacio de muerte inolvidable
constante barco de corazón doliente
entre naufragio y sombra apresurada.

Hoja del nudo caído en árbol caído en infancia
adónde te arrastran hoja de dulce corazón
y los excesos del fuego de las águilas visuales
hojas de las ramas calefaccionables
detenidas en el aire
prontas a podredumbre entre sus propios brazos
como las aguas embrujadas.