La finalidad de la poesía es lograr la empatía entre el escritor y el lector

martes, 26 de junio de 2012

Canto del Cisne (Jacobo Fijman)

Jacobo Fijman es el único poeta al cual le dediqué un poema. Como verán es uno de mis preferidos, quizás sea porque siento empatía y una conexión con su dolor, su sufrimiento y su vida al leer sus versos. En algún momento les dejaré alguna biografía con varias de las curiosidades de la existencia de este excéntrico y excelso personaje.

Demencia:
el camino más alto y más desierto.
Oficios de las máscaras absurdas; pero tan humanas.
Roncan los extravíos;
tosen las muecas
y descargan sus golpes,
afónicas lamentaciones.
Semblantes inflamados;
dilatación vidriosa de los ojos
en el camino más alto y más desierto.
Se erizan los cabellos del espanto.
La mucha luz alaba su inocencia.
  El patio del hospicio es como un banco
a lo largo del muro.
Cuerdas de los silencios más eternos.
Me hago la señal de la cruz a pesar de ser judío.
¿A quién llamar?
¿A quién llamar desde el camino
tan alto y tan desierto?
Se acerca Dios en pilchas de loquero,
y ahorca mi gañote
con sus enormes manos sarmentosas;
y mi canto se enrosca en el desierto.
¡Piedad!
El timbre de mis ojos
esparce intimidad.
Mi piedad de rodillas
se arroba en los suspiros del ocaso
(palomas de violeta)
¡Mis manos palpan el color de misa!

domingo, 24 de junio de 2012

Quiebra el silencio de la noche,
disparos del arrabal tan olvidado,
La sangre corre en la zanja de la miseria,
otro ángel caído deja la existencia,

Desdeñados por el mundo,
son almas que vagan sin rumbo,
enfrentándose a la muerte,
sin tener miedo a la derrota,

Penosa rutina del día a día,
nunca hay paz en la noche,
mientras uno duerme otro muere,
otros sueños se esfuman en la fría noche invernal (Aún más fría en las calles)

A duras penas se vive la vida,
eterno letargo de la conciencia,
y toda la magia que ha sido perdida,
junto con la inocencia

Otoño

                                                                                    A un amor cuya llama todavía arde en mi corazón


Tempranamente el frío ya congela la piel,
las manos heladas acarician la naturaleza muerta,
hojas secas adornan las calles,
bello paisaje sublime para mis ojos.

El humo del tabaco impregna de nostalgia el cuadro,
inefable nostalgia sin razón, que invade los recovecos del alma,
La vida sigue y yo me detengo, me sumerjo en este instante,
Penas sin causa, un olvido de un amor sin amor,

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El cuadro se convierte en la antítesis de mi alma,
donde su esencia corre por mis venas,
y hace dulce cada día de mi espera,
para volver a fundir el cuerpo y el alma
con ese ángel que me hace olvidar las penas.

Es como una hoja perenne venciendo al otoño.

sábado, 23 de junio de 2012

Alejandra Pizarnik


Cenizas


La noche se astilló de estrellas
mirándome alucinada
el aire arroja odio
embellecido su rostro
con música.

Pronto nos iremos

Arcano sueño
antepasado de mi sonrisa
el mundo está demacrado
y hay candado pero no llaves
y hay pavor pero no lágrimas.

¿Qué haré conmigo?

Porque a Ti te debo lo que soy

Pero no tengo mañana

Porque a Ti te...

La noche sufre.

L'obscurité des eaux


Escucho resonar el agua que cae en mi sueño.
Las palabras caen como el agua yo caigo. Dibujo
en mis ojos la forma de mis ojos, nado en mis
aguas, me digo mis silencios. Toda la noche
espero que mi lenguaje logre configurarme. Y
pienso en el viento que viene a mí, permanece
en mí. Toda la noche he caminado bajo la lluvia
desconocida. A mí me han dado un silencio
pleno de formas y visiones (dices). Y corres desolada
como el único pájaro en el viento.

Exilio


A Raúl Gustavo Aguirre

Esta manía de saberme ángel,
sin edad,
sin muerte en qué vivirme,
sin piedad por mi nombre
ni por mis huesos que lloran vagando.

¿Y quién no tiene un amor?
¿Y quién no goza entre amapolas?
¿Y quién no posee un fuego, una muerte,
un miedo, algo horrible,
aunque fuere con plumas,
aunque fuere con sonrisas?

Siniestro delirio amar a una sombra.
La sombra no muere.
Y mi amor
sólo abraza a lo que fluye
como lava del infierno:
una logia callada,
fantasmas en dulce erección,
sacerdotes de espuma,
y sobre todo ángeles,
ángeles bellos como cuchillos
que se elevan en la noche
y devastan la esperanza.





jueves, 21 de junio de 2012

Diría que es eterno mi amor por la noche,
Podría pasar varias vidas contemplando su inmesidad,
Diría que es inefable la necesidad que siento por ella,
Podría dar mi día por vivir bajo sus estrellas.

Mi alma se reluce a la luz de la luna,
y cuando me envuelven las tinieblas
sólo queda el pensamiento, ver hacia mis adentros,
el alma se desnuda bajo a luz de la luna.

Y ahora vagando por su nocturnidad,
siento la brisa que me acompaña,
mientras se aleja el estío,
vuelvo a ser, sólo mi alma...

lunes, 18 de junio de 2012

Noches

En noches donde el corazón le gana al sueño,
una opresión proveniente de una espera sin razón,
sigo ciego buscando tu calor,

No quiero aceptar esas sábanas frías,
esos encierros sin pasión,
duele afrontar la soledad en la noche,

En noches donde el recuerdo de tus caricias es una brasa sobre mi piel,
donde la imagen de tu piel desnuda, de tu ser, se me desfigura,
y la pasión se transforma en mera tristeza,

Difícil enfrentar cara a cara a tu olvido,
frente a frente a tu recuerdo,
tu mirada,

Los muros de mi alma destrozados,
perdieron la batalla en el amor,
pero resistieron feroces al olvido,

En mi ser se encuentran vacíos,
recovecos de pasión sin llama,
de miradas sin luz,

Mi alma resistirá a tu olvido,
Mi corazón guardará tu recuerdo,
sé que tu sonrisa será la fuerza que vencerá al tiempo,
Y así estaré esperando ese día cuando volveremos a vernos.


Charles Baudelaire

El vino de los amantes

¡Hoy el espacio es fabuloso!
Sin freno, espuelas o brida,
Partamos a lomos del vino
¡A un cielo divino y mágico!

Cual dos torturados ángeles
Por calentura implacable,
En el cristal matutino
Sigamos el espejismo.

Meciéndonos sobre el ala
De la inteligente tromba
En un delirio común,

Hermana, que nadas próxima,
Huiremos sin descanso
Al paraíso de mis sueños.




La destrucción

A mi lado sin tregua el Demonio se agita;
En torno de mi flota como un aire impalpable;
Lo trago y noto cómo abrasa mis pulmones
De un deseo llenándolos culpable e infinito.

Toma, a veces, pues sabe de mi amor por el Arte,
De la más seductora mujer las apariencias,
y acudiendo a especiosos pretextos de adulón
Mis labios acostumbra a filtros depravados.

Lejos de la mirada de Dios así me lleva,
Jadeante y deshecho por la fatiga, al centro
De las hondas y solas planicies del Hastío,

Y arroja ante mis ojos, de confusión repletos,
Vestiduras manchadas y entreabiertas heridas,
¡Y el sangriento aparato que en la Destrucción vive!

domingo, 17 de junio de 2012

Fernando Pessoa

A tua voz fala amorosa...
Tão meiga fala que me esquece
Que é falsa a sua branda prosa.
Meu coração desentristece.

Sim, como a música sugere
O que na música não stá,
Meu coração nada mais quer
Que a melodia que em ti há...

Amar-me? Quem o crera? Fala
Na mesma voz que nada diz
Se és uma música que embala.
Eu ouço, ignoro, e sou feliz.

Nem há felicidade falsa,
Enquanto dura é verdadeira.
Que importa o que a verdade exalça
Se sou feliz desta maneira? "



Tu voz habla amorosa...               
Tan tierna habla que me olvido
de que es falsa su blanda prosa.
Mi corazón desentristece.
            
Sí, así como la música sugiere               
lo que en la música no está,
mi corazón nada más quiere
que la melodía que en ti hay...
            
¿Amarme? ¿Quién lo creería? Habla               
con la misma voz que nada dice
si eres una música que arrulla.               
Yo oigo, ignoro, y soy feliz.
            
Ni hay felicidad falsa,               
mientras dura es verdadera.
¿Qué importa lo que la verdad exalta               
si soy feliz de esta manera?



sábado, 16 de junio de 2012

Canto al arte

Soñar despierto, mirando al inmenso cielo,
Soñar libertad, abstrayéndose en la infinidad,
Ahondar sin pensar en límites, en la más profunda imaginación, volar en el universo de posibilidades más sublime que uno pueda pensar.
Ínfima unidad del ser, creando mundos paralelos, creando absurdos, creando caos, belleza y amor.
Plenitud del ser, sufrimiento, dolor y felicidad.
Amar íntegramente, cada partícula de la realidad y de la irrealidad, despreciándola a la vez para construir de nuevo. Subsumir todo esto en una palabra: arte.

viernes, 15 de junio de 2012

Recuerdo

El frío congela la piel
En una madrugada nostálgica que alumbra esos recuerdos vanos,
de esa boca de miel,
Anidados en la penumbra,

Sollozos que quiebran la noche,
El silencio desaparece,
dejando en el alma ese reproche,
Y tu cuerpo de mi mente se desvanece,

¿De qué vale la espera?
¿Cómo se apaga la pena?
Si el tiempo es efímero,
Sie el tiempo corre,
Y la vida siempre termina...

Borges y Emerson

El día de hoy publicaré dos escritos que se relacionan entre sí, más allá del hecho de que los autores nunca se conocieron en la vida real y terrenal.
Primero les voy a dejar un relato bastante breve de Jorge Luis Borges, en el cual cita un poema del maestro Emerson, que obviamente es de alguna manera el eje del relato. Luego, les dejaré el poema de Emerson, al cual hace referencia Borges.

Un par de años hará (he perdido la carta), Gannon me escribió de Gualeguaychú, anunciando el envío de una versión, acaso la primera española, del poema The past, de Ralph Waldo Emerson, y, agregando en una posdata que don Pedro Damián, de quien yo guardaría alguna memoria, había muerto noches pasadas, de una congestión pulmonar. El hombre, arrasado por la fiebre, había revivido en su delirio la sangrienta jornada de Masoller; la noticia me pareció previsible y hasta convencional, porque don Pedro, a los diecinueve o veinte años, había seguido las banderas de Aparicio Saravia. La revolución de 1904 lo tomó en una estancia de Río Negro o de Paysandú, donde trabajaba de peón; Pedro Damián era entrerriano, de Gualeguay, pero fue adonde fueron los amigos, tan animoso y tan ignorante como ellos. Combatió en algún entrevero y en la batalla última; repatriado en 1905, retomó con humilde tenacidad las tareas de campo. Que yo sepa, no volvió a dejar su provincia. Los últimos treinta años los pasó en un puesto muy solo, a una o dos leguas del Ñancay; en aquel desamparo, yo conversé con él una tarde (yo traté de conversar con él una tarde), hacia 1942. Era hombre taciturno, de pocas luces. El sonido y la furia de Masoller agotaban su historia; no me sorprendió que los reviviera, en la hora de su muerte... Supe que no vería más a Damián y quise recordarlo; tan pobre es mi memoria visual que sólo recordé una fotografía que Gannon le tomó. El hecho nada tiene de singular, si consideramos que al hombre lo vi a principios de 1942, una vez, y a la efigie, muchísimas. Gannon me mandó esa fotografía; la he perdido y ya no la busco. Me daría miedo encontrarla.

El segundo episodio se produjo en Montevideo, meses después. La fiebre y la agonía del entrerriano me sugirieron un relato fantástico sobre la derrota de Masoller; Emir Rodríguez Monegal, a quien referí el argumento, me dio unas líneas para el coronel Dionisio Tabares, que había hecho esa campaña. El coronel me recibió después de cenar. Desde un sillón de hamaca, en un patio, recordó con desorden y con amor los tiempos que fueron. Habló de municiones que no llegaron y de caballadas rendidas, de hombres dormidos y terrosos tejiendo laberintos de marchas, de Saravia, que pudo haber entrado en Montevideo y que se desvió, «porque el gaucho le teme a la ciudad», de hombres degollados hasta la nuca, de una guerra civil que me pareció menos la colisión de dos ejércitos que el sueño de un matrero. Habló de Illescas, de Tupambaé, de Masoller. Lo hizo con períodos tan cabales y de un modo tan vívido que comprendí que muchas veces había referido esas mismas cosas, y temí que detrás de sus palabras casi no quedaran recuerdos. En un respiro conseguí intercalar el nombre de Damián.

–¿Damián? ¿Pedro Damián? –dijo el coronel–. Ese sirvió conmigo. Un tapecito que le decían Daymán los muchachos. –Inició una ruidosa carcajada y la cortó de golpe, con fingida o veraz incomodidad.

Con otra voz dijo que la guerra servía, como la mujer, para que se probaran los hombres, y que, antes de entrar en batalla, nadie sabía quién era. Alguien podía pensarse cobarde y ser un valiente, y asimismo al revés, como le ocurrió a ese pobre Damián, que se anduvo floreando en las pulperías con su divisa blanca y después flaqueó en Masoller. En algún tiroteo con los zumacos se portó como un hombre, pero otra cosa fue cuando los ejércitos se enfrentaron y empezó el cañoneo y cada hombre sintió que cinco mil hombres se habían coaligado para matarlo. Pobre gurí, que se la había pasado bañando ovejas y que de pronto lo arrastró esa patriada...

Absurdamente, la versión de Tabares me avergonzó. Yo hubiera preferido que los hechos no ocurrieran así. Con el viejo Damián, entrevisto una tarde, hace muchos años, yo había fabricado, sin proponérmelo, una suerte de ídolo; la versión de Tabares lo destrozaba. Súbitamente comprendí la reserva y la obstinada soledad de Damián; no las había dictado la modestia, sino el bochorno. En vano me repetí que un hombre acosado por un acto de cobardía es más complejo y más interesante que un hombre meramente animoso. El gaucho Martín Fierro, pensé, es menos memorable que Lord Jim y que Razumov. Sí, pero Damián, como gaucho, tenía obligación de ser Martín Fierro – sobre todo, ante gauchos orientales. En lo que Tabares dijo y no dijo percibí el agreste sabor de lo que se llamaba artiguismo: la conciencia (tal vez incontrovertible) de que el Uruguay es más elemental que nuestro país y, por ende, más bravo... Recuerdo que esa noche nos despedimos con exagerada efusión.

En el invierno, la falta de una o dos circunstancias para mi relato fantástico (que torpemente se obstinaba en no dar con su forma) hizo que yo volviera a la casa del coronel Tabares. Lo hallé con otro señor de edad: el doctor Juan Francisco Amaro, de Paysandú, que también había militado en la revolución de Saravia. Se habló, previsiblemente, de Masoller. Amaro refirió unas anécdotas y después agregó con lentitud, como quien está pensando en voz alta:

–Hicimos noche en Santa Irene, me acuerdo, y se nos incorporó alguna gente. Entre ellos, un veterinario francés que murió la víspera de la acción, y un mozo esquilador, de Entre Ríos, un tal Pedro Damián.

Lo interrumpí con acritud.

–Ya sé –le dije–. El argentino que flaqueó ante las balas.

Me detuve; los dos me miraban perplejos.

–Usted se equivoca, señor –dijo, al fin, Amaro –. Pedro Damián murió como querría morir cualquier hombre. Serían las cuatro de la tarde. En la cumbre de la cuchilla se había hecho fuerte la infantería colorada; los nuestros la cargaron, a lanza; Damián iba en la punta, gritando, y una bala lo acertó en pleno pecho. Se paró en los estribos, concluyó el grito y rodó por tierra y quedó entre las patas de los caballos. Estaba muerto y la última carga de Masoller le pasó por encima. Tan valiente y no había cumplido veinte años.

Hablaba, a no dudarlo, de otro Damián, pero algo me hizo preguntar qué gritaba el gurí.

–Malas palabras –dijo el coronel–, que es lo que se grita en las cargas.

–Puede ser –dijo Amaro–, pero también gritó ¡Viva Urquiza!

Nos quedamos callados. Al final, el coronel murmuró:

–No como si peleara en Masoller, sino en Cagancha o India Muerta, hará un siglo.

Agregó con sincera perplejidad:

–Yo comandé esas tropas, y juraría que es la primera vez que oigo hablar de un Damián .

No pudimos lograr que lo recordara.

En Buenos Aires, el estupor que me produjo su olvido se repitió. Ante los once deleitables volúmenes de las obras de Emerson, en el sótano de la librería inglesa de Mitchell, encontré, una tarde, a Patricio Gannon. Le pregunté por su traducción de The past. Dijo que no pensaba traducirlo y que la literatura española era tan tediosa que hacía innecesario a Emerson. Le recordé que me había prometido esa versión en la misma carta en que me escribió la muerte de Damián. Preguntó quién era Damián. Se lo dije, en vano. Con un principio de terror advertí que me oía con extrañeza, y busqué amparo en una discusión literaria sobre los detractores de Emerson, poeta más complejo, más diestro y sin duda más singular que el desdichado Poe.

Algunos hechos más debo registrar. En abril tuve carta del coronel Dionisio Tabares; éste ya no estaba ofuscado y ahora se acordaba muy bien del entrerrianito que hizo punta en la carga de Masoller y que enterraron esa noche sus hombres, al pie de la cuchilla. En julio pasé por Gualeguaychú; no di con el rancho de Damián, de quien ya nadie se acordaba. Quise interrogar al puestero Diego Abaroa, que lo vio morir; éste había fallecido antes del invierno. Quise traer a la memoria los rasgos de Damián; meses después, hojeando unos álbumes, comprobé que el rostro sombrío que yo había conseguido evocar era el del célebre tenor Tamberlick, en el papel de Otelo.

Paso ahora a las conjeturas. La más fácil, pero también la menos satisfactoria, postula dos Damianes: el cobarde que murió en Entre Ríos hacia 1946, el valiente, que murió en Masoller en 1904. Su defecto reside en no explicar lo realmente enigmático: los curiosos vaivenes de la memoria del coronel Tabares, el olvido que anula en tan poco tiempo la imagen y hasta el nombre del que volvió. (No acepto, no quiero aceptar, una conjetura más simple: la de haber yo soñado al primero.) Más curiosa es la conjetura sobrenatural que ideó Ulrike von Kühlmann. Pedro Damián, decía Ulrike, pereció en la batalla, y en la hora de su muerte suplicó a Dios que lo hiciera volver a Entre Ríos. Dios vaciló un segundo antes de otorgar esa gracia, y quien la había pedido ya estaba muerto, y algunos hombres lo habían visto caer. Dios, que no puede cambiar el pasado, pero sí las imágenes del pasado, cambió la imagen de la muerte en la de un desfallecimiento, y la sombra del entrerriano volvió a su tierra. Volvió, pero debemos recordar su condición de sombra. Vivió en la soledad, sin una mujer, sin amigos; todo lo amó y lo poseyó, pero desde lejos, como del otro lado de un cristal; «murió», y su tenue imagen se perdió, como el agua en el agua. Esa conjetura es errónea, pero hubiera debido sugerirme la verdadera (la que hoy creo la verdadera), que a la vez es más simple y más inaudita. De un modo casi mágico la descubrí en el tratado De Omnipotentia, de Pier Damiani, a cuyo estudio me llevaron dos versos del canto XXI del Paradiso, que plantean precisamente un problema de identidad. En el quinto capítulo de aquel tratado, Pier Damiani sostiene, contra Aristóteles y contra Fredegario de Tours, que Dios puede efectuar que no haya sido lo que alguna vez fue. Leí esas viejas discusiones teológicas y empecé a comprender la trágica historia de don Pedro Damián.

La adivino así: Damián se portó como un cobarde en el campo de Masoller, y dedicó la vida a corregir esa bochornosa flaqueza. Volvió a Entre Ríos; no alzó la mano a ningún hombre, no marcó a nadie, no buscó fama de valiente, pero en los campos del Ñancay se hizo duro, lidiando con el monte y la hacienda chúcara. Fue preparando, sin duda sin saberlo, el milagro. Pensó con lo más hondo: Si el destino me trae otra batalla, yo sabré merecerla. Durante cuarenta años la aguardó con oscura esperanza, y el destino al fin se la trajo, en la hora de su muerte. La trajo en forma de delirio pero ya los griegos sabían que somos lás sombras de un sueño. En la agonía revivió su batalla, y se condujo como un hombre y encabezó la carga final y una bala lo acertó en pleno pecho. Asf, en 1946, por obra de una larga pasión, Pedro Damián murió en la derrota de Masoller, que ocurrió entre el invierno y la primavera de 1904.

En la Suma Teológica se niega que Dios pueda hacer que lo pasado no haya sido, pero nada se dice de la intrincada concatenación de causas y efectos, que es tan vasta y tan íntima que acaso no cabría anular un solo hecho remoto, por insignificante que fuera, sin invalidar el presente. Modificar el pasado no es modificar un solo hecho; es anular sus consecuencias, que tienden a ser infinitas. Dicho sea con otras palabras; es crear dos historias universales. En la primera (digamos), Pedro Damián murió en Entre Ríos, en 1946; en la segunda, en Masoller, en 1904. Esta es la que vivimos ahora, pero la supresión de aquélla no fue inmediata y produjo las incoherencias que he referido. En el coronel Dionisio Tabares se cumplieron las diversas etapas: al principio recordó que Damián obró como un cobarde; luego, lo olvidó totalmente; luego, recordó su impetuosa muerte. No menos corrobora¬tivo es el caso de puestero Abaroa; éste murió, lo entiendo, porque tenía demasiadas memorias de don Pedro Damián.

En cuanto a mí, entiendo no correr un peligro análogo. He adivinado y registrado un proceso no accesible a los hombres, una suerte de escándalo de la razón; pero algunas circunstancias mitigan ese privilegio temible. Por lo pronto, no estoy seguro de haber escrito siempre la verdad. Sospecho que en mi relato hay falsos recuerdos. Sospecho que Pedro Damián (si existió) no se llamó Pedro Damián, y que yo lo recuerdo bajo ese nombre para creer algún día que su historia me fue sugerida por los argumentos de Pier Damiani. Algo parecido acontece con el poema que mencioné en el primer párrafo y que versa sobre la irrevocabilidad del pasado. Hacia 1951 creeré haber fabricado un cuento fantástico y habré historiado un hecho real; también el inocente Virgilio, hará dos mil años, creyó anunciar el nacimiento de un hombre y vaticinaba el de Dios.

¡Pobre Damián! La muerte lo llevó a los veinte años en una triste guerra ignorada y en una batalla casera, pero consiguió lo que anhelaba su corazón, y tardó mucho en conseguirlo, y acaso no hay mayores felicidades.


The Past (Ralph Waldo Emerson)

La deuda está pagada,
El veredicto declarado,
Las erinias instauradas,
La plaga se quedó,
Todas fortunas ganadas,
Vira la llave y tapia la puerta,
Dulce es la muerte por siempre,
Ningún odio asesino puede entrar,
Todo ahora es seguro y rápido;
Ni los dioses pueden agitar el pasado,
Moscas-a la puerta de adamantio,
Atráncala eternamente,
Nadie puede volver a entrar,
Ni cauteloso ladrón,
Ni satanás con artimañas reales,
Robar por ventana, grieta o agujero,
Atar o desatar, añadir lo que no hay,
Insetar una hoja o inventar un nombre,
Nueva-faz o terminar lo conservado,
Alterar o reparar el hecho eterno.


jueves, 14 de junio de 2012


Con un beso se detiene el mundo,
el tiempo se estanca en un delirio eterno,

Con un beso se sueña,
se construye un mundo, donde sólo existen dos almas que se hacen una.

Con un beso se nace, se muere,
se ama, se llora.

Con un beso..
¡Sólo eso basta para que valga la pena vivir!
Máscaras resplandecientes que destellan luces,
mis pupilas se dilatan,
y la enajenación me arrebata el alma con violencia,
mi ser se pierde entre la multitud.

Seres lascivos hambrientos de piel se me figuran,
Lo efímero triunfa,
Es imposible encontrarme,
me absorvió la noche...
La quietud, la paz,
a veces aterra,
precede a la tormenta más siniestra.

Infernal dominio de la calma,
que genera desconfianza,
¡Me perturba!

Todo es caos,
nada es predecible
¡Maldito universo indecifrable!
Aromas que llenan de recuerdos,
de un tiempo que ya pereció,
un pasado profundo como el azul océano,
de otra historia, otra vida

Lo contemplo sin razón,
porque sé que al ahogarse en la memoria no hay retorno,
la melancolía no perdona a los que la dejan ser huesped en su corazón

Rostros grises, máscaras del ayer,
ríen y lloran sin mirarte a los ojos,
los ojos se inundan de lágrimas,
la daga penetra el corazón,

Caigo desde el acantilado,
me sumerjo en las aguas de la nostalgia,
perfumadas de una pasión del ayer,
y me ahogo, como siempre, como siempre...
Siniestros espectros circundan la lumbre,
besan y acarician mi rostro,
vagabundos nocturnos,
observan mi soledad,

Un sexto sentido los percibe,
se eriza la piel del espanto,
del contacto con el inframundo
espectros de la melancolía

¿Dónde irán a vagar nuestras almas?
¿Podré acariciar tus labios al final de mis días?
¿Podré rozarte como un ser espectral?
Cuando la noche nos envuelve,
las penumbras nos encierran,
a tientas observo tu figura,
musa nocturna,
tu sexo y mi sexo,
tus ojos encendidos me miran, me incendian.

El fuego de nuestras almas se hace uno,
y siento desfallecer, te guardo entre mis brazos,
nace nuestro mundo, nuestro universo de la más gloriosa perfección.

A J. Fijman

"Demencia el camino más alto y más desierto" (J.Fijman)

Resuenan tus palabras,
en mi mente,
La angustia más negra...
                                        [y más letal

Poeta olvidad,
poeta maltratado,
muy pocos entienden la locura
                                                  [muy pocos saben

Surreal imagen
penetra en mis pupilas,
un eco profundo...
                              [tu voz, tus palabras

Fracciones de tu mente
quedaron en el mundo
ahora sí te has ganado el recuerdo
                                                      [eterno...
Estas palabras dispersas
que la tinta dispara
son consecuencia de tu ausencia
que dejó un vacío sin sentido

Siento que la vida es hastío
porque no estás al lado mío
La inanición se apoderó de mi cuerpo
con mi ser casi muerto que se consumió en el olvido.
Flores de noviembre,
anhelan libertad,
encadenadas al hastío más infernal que pueda existir.
 Inestables sentimientos de vacío que encierran nostalgia.
Luz lejana hacia la dicha, parece inalcanzable,
pronto la historia repetirá sus melodías,
dulces como el viento del mar y la paz de las montañas.
Pronto se romperán las cadenas de la ruina existencial y el rocío de la mañana inundará de vida y libertad.
Sueños enviados por Lucifer,
inexorable es la opresión que generan,
soñé que hería tu alma,
soñé que destrozaba nuestro amor,
y con mi corazón helado reía siniestramente.

Mi alma lúgubre y oscura turbaba mi día, mi mundo.
Era un sueño maldito, un sueño profundo.
Todo de irreal tenía, maldita pasada que me jugó aquella oscura parte de mi inconsciente.
Imaginate que el silencio rompa el sonido en vez de que el sonido rompa el silencio. De repente el mundo calla, una paz maldita e infinita, un silencio abrumador. ¡Tanta tranquilidad nos perturbaría! ¿Acaso así será la muerte?
Coraje de perseguir la bohemia,
de calle en calle,
de vagón en vagón.

Vivir en la poesía,
refugiarte en las palabras,
camino duro en tiempos fugaces, de amores efímeros.

Alguien ter mira entre la multitud,
sólo alguien te mira,
y te entiende...
Ya no quedan flores en mi balcón,
ya se marchitó este abril sin vida, sin luz.
Aromas amargos, tristes, tan tristes...
Imágenes opacas,
máscaras del dolor,
asesinan silenciosamente mi felicidad.

Entre mis dedos se escurre el valor,
el coraje de enfrentar el dolor del desamor.
Y así sin el calor de esa pasión se sigue,
sin luz, se sigue...
Ver sus ojos, contemplar su mirada a la luz de la mañana. Sentir su ser a mi lado cuando Morfeo domine mi cuerpo. Sueño que quiero vivir, sueño que nunca debe morir.

Al cementerio de la Recoleta(donde algunos muertos todavía viven)

Al cementerio de la Recoleta(donde algunos muertos todavía viven)

Deambulo solitario en estos pasillos grises, entristecidos aún más por la tempestad del cielo. Tumbas que derraman historias, recuerdos.
Hombres y mujeres de la historia yacen aquí, quizás del los mejores, quizás de los peores. Mucha gente pasa sin comprender el verdadero significado de las almas que vagan en la nocturnidad del cementerio.
¡Ay, si supieran la historia que guardan estas paredes!
¡Pasado, presente y futuro a mi alrededor!

Ha entrado la noche (Jacobo Fijman)

Ha entrado la noche,
la noche de los días con sus noches, la tierras
frías y los bosques muertos.
Ha entrado la noche de la carne y de los sentidos,
la noche de las tierras caídas y los cielos muertos.
A la luz del alma crece tu alma, creció mi alma;
a la luz del alma padecemos en cosas,
y tu pavor en mi pavor, y mi pavor en tu pavor,
toda tu soledad, toda mi soledad.
Ha entrado la noche:
y yo rezo en tu canto,
tu canto en la oración en la noche de los sentidos.
Tu corazón se enciende en tu esperanza;
mi corazón se enciende en mi esperanza.
En sí se gozan las lunas de sueño y los soles de paz
de tu alma y mi alma.
Asidas con tus manos lunas de amor; asidos con tus manos
soles de amor.

El tren deja la estación, el viento la despeina mientras ve la ya lejana silueta de su amor. Caminos que se bifurcan de un amor onírico, nocturnos recuerdos a la luz de la luna de besos de sosiego que empañan sus ojos. Ella sabe de la eternidad que posee la memoria, ella sabe de las cicatrices que deja el verdadero amor, ese que ni en los sueños da respiro, ese que ni el tiempo ni la distancia destruyen.
Noche estival, las aguas de mi mente ,revueltas , azotan el peñón de mi ser,
Incertidumbre reinante en tu pecho, que dispara hacia mi corazón maltrecho
¡Qué más anhelo que besar tus labios divinos!
¡Qué más anhelo que abrigues mi alma con tu dulce amor!

Al filo del abismo, al borde del barranco quedé,
lejos están aquellos jardines reales, donde la felicidad brotaba de la tierra,
¡Será culpa mía seguir manchando esta pureza! ¡Tu pureza!
¡Será culpa mía no saber dominarte fiera celestial!

Magnos recuerdos, ¡Son tan cercanos!
¿Cómo puedes pedirme que me amanse? Si estas lágrimas de brasa queman mis mejillas...
¿Sin tener tus ojos, sin tener tu boca, quién podría conocer la felicidad?
¿Sin sentir tu calor quién podría saber lo que es vivir?

Inefable tormento que deja helado mi firmamento,
Eternos se hacen los segundos de dolor, al saber que tus ojos no encuentran los míos,
¿Cuándo volveré a beber de ese elíxir de la vida?
¿Cuándo volveré a sumergirme en la dichosa fuente de tu amor?

Como un niño rebozando de gozo, saltando, estaba mi corazón
Como el júbilo que palpita en el alma de los enamorados estaba,
Ahora la lumbre mantiene mi ser desvelado,
La noche se apodera de mí, y sollozos de fuego arden y consumen mi felicidad

El alma sin su parte más esencial no es la misma, mi alma se escindió y se unió a ti, todavía me falta esa parte primordial, imprescindible que se fue contigo.
Esperando sólo en la mañana estival despierto, esperando sólo que vuelva esa parte de mí, junto a ti.
Esos ojos me llaman, mi alma se vuelve hacia ellos, sin voluntad de decisión ella va, vagan los pasos de la nostalgia cuando mira a través de sus ojos. El recuerdo es veloz, la memoria engaña al olvido, que ya abatido sufre en la lejanía. Esa mirada me da vida y a la vez me asesina, busca en los rincones de mi ser para agobiarlos de melancolía, busca encerrar mi corazón en su prisión de amores sin destino. La vida pierde la luz, cuando está el ser en franca caída, cuando no hay suelo donde pisar, sólo abismo y oscuridad. Casi todos los días, casi todas las vidas, una mano te salva, y con un beso de despedida te deja a la merced de un desierto donde se aprende a sobrevivir.

"No son los muertos los que en dulce calma
la paz disfrutan de la tumba fría;
muertos son los que tienen muerta el alma
…y viven todavía.[...]"(Antonio Feijoo)



Sólo un ápice de luz, entra en la habitación, luz que revela la inalcanzable libertad. Mientras horrorosos gritos, llantos y sollozos aturden los oídos. Ya estamos muertos, los sonidos de la vida, de la calle, en realidad, son de otro mundo, aquél al cual ya nunca más perteneceremos.
Animales clandestinos descargan su furia, sus tormentos.Sólo muerte, nunca vida. El edificio de pesadillas, de terror nos enclaustra. Ahora mi realidad es penumbra, mi presente dolor y mi futuro es muerte. Pero aunque muera, siempre voy a seguir vivo, como también ellos, los que sufren. En cambio, aquellos seres infrahumanos, ya están muertos, aunque vivan, aunque respiren, ya están muertos...(E.De Titta)