Es
una de esas impresiones que nunca podré borrar de mi cabeza, es una de esas
imágenes que siempre van a reincidir en el ocaso de mi conciencia, es uno de
esos olores que van a quedar impregnados en mi olfato, es uno de esos sonidos
ambientes que se van a aparecer sin pedir permiso en todas y cada una de mis
pesadillas.
Los
muros de moho, las caras grises, los rostros largos, el encierro se siente
apenas entrás. Una pesada puerta se abre, una pesada puerta con barrotes se
cierra y ¡Prruuum! Rostros, figuras, sombras tras las rejas. Almas, personas,
humanos. Perfumes del encierro, perfumes humanos, perfumes del hastío. Unas
jetas de la estructura punitiva y maliciosa se sonrojan ’’ ¡Já! ¡Primerizos,
asustados!’’, Pensarán. ‘’ ¡Já!, Tu humanidad la dejaste con el traje’’, pienso
yo.
Ingreso
al pabellón, ranchos, ánimas, ánimas en
pena, acuden en auxilio, en busca de mi perpleja existencia ante tal apesadumbradas
sensaciones que exhalaban en cada respiro. Buscan unos ojos, buscan unas
orejas, buscan libertad. La dignidad espantada de los muros nunca logró
penetrar por el portón de la calle Bermúdez. La miseria, malvada, se regodea y
se pasea por todos los recovecos.
Mugre,
mugre y gritos, mugre y llantos. Sollozos del pasado, sollozos del ayer, se
siente su presencia, la de los miles y miles que la habitaron. Dejaron su vida,
su dignidad, su humanidad. Dejaron sus marcas, en los muros, en los colchones.
Y se llevaron consigo la marca de los muros, las marcas del encierro.
Tormentos,
nada más, tormentos sólo hay ¿Qué ingenuo puede pensar en el inconducente
consecuencialismo positivo de tal lugar? Encierro, sistematización,
deshumanización.
Más
allá de todo mal está la dignidad…
PARECE QUE TE DEJO MARCADO ESA VISITA A DEVOTO.
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