La finalidad de la poesía es lograr la empatía entre el escritor y el lector

lunes, 22 de junio de 2020

Notte oscura


Cuando las luces del día aún se encontraban lejanas quedé atrapado e inmóvil en mi lecho. Sólo la luz de la luna, tenue y pálida como el rostro de los muertos, penetraba en la humilde ventana. Mis latidos se agolparon en el pecho, los músculos de mi cara se entumecieron en una sonrisa atroz acompañada de mis ojos completamente abiertos. Las sombras comenzaron a envolverme, mientras mis uñas se clavaban en el colchón como los gatos se aferran cuando temen. Comencé a escuchar las campanas de la vieja Concatedrale di Maria Asunta, aturdido por su cercanía y atónito porque no había modo de que estén sonando en plena madrugada. Una bocanada de aire, una brisa y desperté, gimiendo y transpirado, sintiendo nuevamente la libertad en mis extremidades y mis articulaciones. Me levanté súbitamente y corrí hacia la ventana, los callejones del viejo pueblo pugliese inmersos en una bruma fétida. Mi ventana daba  hacia la via Michele Speranza y se encontraba en un tercer piso. Entre los angostos caminos y la intensa bruma vislumbré una figura escuálida con un vestido negro estilo campesino, un velo recubría lo poco que podía observar del contorno de su rostro. Su vestimenta me rememoraba a mi Nonna, mi bisabuela oriunda de las montañas abruzzesas, un largo vestido oscuro que cubre hasta los tobillos, casi sin dejar entrever las carnes. No se oían más ni las campanas ni el viento, una calma sepulcral cubría la vecchia città. La figura, con un andar cansino, notó mi presencia y volteó su rostro hacia mí, levantando su velo. Aún recuerdo de los vehementes escalofríos que recorrieron mis entrañas cuando observé aquel espectro, alguna vez humano, y advertí que bajo las viejas telas no había otra cosa que una horrible calavera con su eterna mueca sonriente grabada. Se notaba el pavoroso paso del tiempo en la amarillenta dentadura, y su mirada, sin ojos, desde los huecos espacios oculares, laceraba mi corazón con un espanto inenarrable. La città también se había tornado siniestra, su familiar paisaje me parecía casi desconocido. Los pequeños pasajes de la antigua ciudad se veían surreales, como si hubieran viajado en el tiempo hacia décadas inmemorables. Ominosos sonidos se escuchaban como ecos entre las ajadas paredes que encerraban los callejones. Me volví inmediatamente hacia mi cama, alejándome de la abominable ventana, como si fuera una puerta hacia los círculos del infierno, sintiendo un frío penetrante en mi cuerpo. Me sentía en una especie de ensueño, entre una realidad irreal de la que no lograba despertar. Me acosté boca abajo, aferrándome a la almohada, sintiendo aún el perfume fétido de la muerte hasta que logré dormirme profundamente, como luego de una eterna y dolorosa vigilia.
Al día siguiente, en la típica colazione del bar, con los músculos aún tensos y una fiebre constante que me sumergían en un estado deplorable pude conversar con el dueño del antiguo bar, quien notó mi malestar y pareció adivinar sus extrañas causas. Fue así que me comentó que en la noche del veinticinco de mayo la gente del pueblo sabe que debe dormir profundamente y no debe despertarse, bajo ninguna circunstancia, durante la madrugada. Los métodos son de lo más diverso. Algunos beben hasta la inconsciencia, otros, principalmente los niños, toman píldoras para dormir, pero nadie, absolutamente nadie de los veinticinco mil habitantes se despierta durante la madrugada de esa noche. Todos saben que cuando cae el sol los espectros regresan, merodean los pasajes con su andar pesado, eterno . La llaman ‘’La Notte del Ritorno dei Morti’’ y sucede desde hace casi tres siglos, luego de que una famosa batalla entre los austríacos y los borbones tomara lugar en el pueblo, inundando de sangre las viejas callejuelas y las famosas campiñas de olivas. Los dolores del pueblo despiertan una vez al año. Una noche que recuerda aquella cruenta batalla donde sometieron a sus habitantes, sus cabezas rodaron frente a la Concatedrale, su sangre baño los prados, también una noche de bruma…

martes, 16 de junio de 2020


Mientras inhalaba mi primera bocanada de aire, débil, de niño prematuro, una mujer buscaba los restos de su esposo desaparecido. Un cuerpo naciente adquiría un nombre, un rostro, un recuerdo. Un cadáver anónimo adquiría un nombre, un rostro, un recuerdo.

lunes, 15 de junio de 2020


Una dulce canción a lo lejos se desvanece con los vientos del sur. Los rostros aún no maduran, los rostros grises, sin expresión ni resplandor. Los campos a la noche se despiertan y entre los pastizales se escucha el rumor de la vida. Las montañas del norte hacen sonar viejas melodías al viento y el sol arde en la tierra árida. El amargo asfalto, los escasos árboles, el gentío sordo y encerrado. La nieve cae suave, los copos adornan los bosques, la fauna que se resguarda. El silencio del caos,  el tiempo transcurre, las olas que siguen rompiendo contra los acantilados. Las nubes siguen viajando, las bandadas siguen migrando, la corrupción de los cuerpos que no se detiene. Mientras tanto nuestra mirada se fija en la ventana.