La finalidad de la poesía es lograr la empatía entre el escritor y el lector

sábado, 11 de noviembre de 2017

Me ahogué en ese vaso de cerveza fría de un bar de los suburbios, una noche de verano. Quedé absorto entre pedazos de memoria de un futuro en otra vida, en la cual también me preguntaba quién soy. Sucumbí a la realidad de saberme inabordable, infinito e inefable porque sé que soy todo y a la vez nada. Así que comencé a deambular por el empedrado, bajo las sombras de los jacarandá, una noche de verano, con la misión de buscarme y encontrarme a mí mismo retozando por la felicidad de existir a la vuelta de la esquina.

viernes, 10 de noviembre de 2017

Ni de acá ni de allá

El asfalto iluminado se esfuma y el camino se pierde en ese mambo que tenés. Se pierde como tu vida, como el sentido de las cosas, como la existencia que no existe, como la realidad se deconstruye para tu subjetividad, para no volverse mierda, como el asfalto del conurbano que se hace tierra.

Esa luz opaca que ilumina el barrio, los guachos que pasan en moto y te miran mal, la birra que te comprás en el quiosco que queda a la vuelta de tu vida, de tu refugio, de tu sostén. Esto fundamenta tu vida cuando advertís que el pibe que nació y creció a quince cuadras al sur tuvo la oportunidad de leer a Proust a los trece mientras que el otro, que nació quince cuadras al oeste empuñaba un arma al mes de cumplir catorce. Esa realidad de vivir en los límites del margen, de no ser o de ser un boludo que creció en el cordón de la burguesía cayéndose en la calle de la villereada, codéandose en cualquier lado, ni de aquí ni de allá, puta clase desclasada, culpa de no sé qué clase, culpa mía, culpa de ser y de estar…