La finalidad de la poesía es lograr la empatía entre el escritor y el lector

viernes, 17 de diciembre de 2021

Pan

 

Me recompuse violentamente de mi inconsciencia, casi desfallecido, acostado entre la vegetación del bosque iluminado por la luz de la luna. Sentía la humedad en mi piel, transpirando nerviosamente, desorientado y desnudo.  Una extraña fuerza me aplastaba contra la tierra, apenas lograba alzar mi cabeza. Súbitamente un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, una pesada niebla cubrió los árboles. Sólo se veía un sendero y a lo lejos una figura teriomórfica; allí lo vi, con sus patas de macho cabrío, su torso desnudo y humano, sus cuernos sobresaliendo de su cabellera, sus ojos rojos mirándome fijo. Comencé a balbucear  involuntariamente, temblando de pies a cabeza con una sensación inenarrable, una energía que me explotaba el pecho. Grité de dolor y de placer, lloré y reí a carcajadas. Finalmente me levanté y una mueca se dibujó en mi rostro. Podía ver más allá, como si mi mirada fuera un águila sobrevolando montañas, mares, campos y ciudades, hasta el confín más lejano del mundo.

Allí ocurrió mi transfiguración, desde aquella noche el Dios Pan me poseyó, soy la fuerza violenta de la naturaleza, con sus deseos incontrolables, sus caprichos salvajes. Recorro las callejuelas de las aldeas a la madrugada, los prados donde pasta el ganado. No pueden verme, soy invisible al ojo humano, sólo pueden sentirme en los sueños nocturnos, en los gritos de horror suena mi voz como un acorde musical.

¿Dónde están los que cantaban y bailaban por mí?

¿Dónde están los que me invocaban en las noches en los montes de Ménalo, Lampea y Nomia?

Profanaron mis santuarios, prohibieron mi nombre.

Habrá un día donde las gentes del mundo me vuelvan a observar, corrido sea el velo de los antiguos y nuevos valores. El miedo es un mito, una ficción, una falacia de la realidad. Subterfugio de las formas frente a los poderes salvajes, a la realidad eterna de nuestra animalidad. Aquellos que se espantan,  que utilizan sus máscaras de benevolencia, tienen oscuridad en las entrañas. La Verdad surgirá de una nueva luna y la Fuerza Natural volverá.

jueves, 9 de diciembre de 2021

‘’Eric…’’ escucho una voz al despertar, un susurro o un grito. Suena con claridad, no distingo de quién es pero no viene del exterior, sino desde otro lado, como si surgiera de una pequeña fisura de la realidad; como si lo onírico hubiera irrumpido violentamente en la habitación y en mi cuerpo. Me sobresalto, pienso que todo está en mi cabeza, pero… ¿Cómo puede ser que algo suene tan claro, una voz desconocida que me llama? ¿Quién me llama? Volteo la cabeza y observo a alguien al pie de la cama, un cuerpo, un semblante casi petrificado que me clava su mirada inexpresiva. Parpadeo y se esfuma. No hay nadie más que los rayos de luz que entran por la ventana, claridad de una mañana de estío, la habitación está hermosa como si todo estuviera bañado por el reflejo del oro.

Yo, que nazco cada día en este cuerpo que tiende hacia su ocaso, como un puente entre mi concepción y mi muerte, entre mi infancia y mi vejez, entre mis virtudes y mis miserias.

Yo, que soy artífice de mi realidad, esclavo de la nada.

Yo, que conservo en mí el recuerdo de los momentos difuntos y la esperanza del devenir.

Yo, que habito entre las dudas y las certezas, entre lo conocido y lo desconocido.

Yo, que no puedo escribir sobre otra cosa que no sea de mí porque no hay nada más Verdadero.

Me levanto irremediablemente de la cama y saboreo el perfume de la vida, la suavidad de mis movimientos.

jueves, 2 de diciembre de 2021

Il Neto

 

El terraplén y las vías se pierden en el horizonte. Caminamos despacio, como disfrutando el sol desde otro punto del planeta, el mismo sol que calienta el norte y el sur, el este y el oeste. Atravesamos el viaducto, las paredes están llenas de grafitis, se abre un barrio de monoblocks que bien podría encontrarse en el sur de Buenos Aires, pero hay algo distinto en mis ojos o en el aire. Soy el que va cebando mate en el grupo que camina absorto, en silencio, contemplando todo como si fuésemos niños salvajes arrojados en la civilización ¿Acaso no lo somos? Descubrir, una y otra vez, las cercanías y las lejanías, observar cada detalle y ser una parte más del paisaje, exploradores intrínsecos de las cosas.

domingo, 17 de octubre de 2021

 

Suma de eventos metafísicos que resquebrajan la endeble fibra de la realidad. Dos palabras iguales pronunciadas por dos personas distintas en diversos momentos  del período de rotación terrestre sobre su propio eje. Dos palabras y una consecuencia, un suceso que cae como un bloque macizo de piedra sobre el vidrio de la racionalidad. La verdadera incomprensión de lo que existe, el mito de nuestra percepción construida a través de la historia. Acostarse bajo un árbol durante la caída del sol, ver el firmamento vasto a través del follaje, respirar profundo la metafísica, saborearla con su gusto metálico y vomitar en el césped toda la angustia de esta confusión; saber que tarde o temprano pasará, nuestro cuerpo pasará, este árbol pasará, los gatos que se frotan en mí pasarán, este césped y sus innumerables insectos pasarán; mientras el cosmos sobre mí, índigo e insondable rimarrà*.


*(Del it. ''permanecerá'')

lunes, 20 de septiembre de 2021

 

Siento la claridad de mi memoria resurgir entre mi piel. Un mediodía de mi infancia, un verano, el sol ígneo que abrasa las paredes de las casas, la sombra como un refugio, los aromas del barrio.  Es un recuerdo efímero, se esfuma, y la realidad pesada vuelve en sí, en mí. Los mismos ojos, más viejos, que recuerdan la percepción del exterior de otra manera, más pueril, como descubriendo su existencia. Un niño sigue habitándome, se despierta de vez en vez y lo seguirá haciendo hasta que mi piel se arrugue demasiado por el roce del aire, del viento, de la luz, año tras año, el desgaste de existir. Respirar cada vez más profundo aunque cada vez menos. En esas nostalgias vivo como un fuelle olvidado entre las sombras de un viejo salón de milonga, donde la claridad se escabulle entre las grietas de las paredes.

miércoles, 8 de septiembre de 2021

 

La casualidad de existir,

La coincidencia de hacerlo en el mismo tiempo y espacio que vos,

Emitir sonidos inteligibles a tus oídos,

Quebrar el aire con nuestros movimientos,

No hay apatía en tus ojos,

Posados en este plano dibujado con retazos de la historia,

Rompecabezas armado por el polvo del ayer,

El polvo eterno de los que fueron alguna vez,

Como nosotros seremos el polvo de los que vendrán,

En un trago de vino bebo La Cosmología y La Eternidad.

lunes, 23 de agosto de 2021

 

Hace tiempo que no estoy. Una fuerza extraña se apoderó de mí. Veo a través de los ojos de mi cuerpo como si estuviera encerrado en un traje, en una máscara. Los movimientos de las extremidades de este cuerpo son mecánicos, fuerza cinética exógena. Degluto la comida como un autómata, no sabe a nada. La luz del sol ya no me conmueve. Sólo los felinos me humedecen los ojos, que no son mis ojos, hacen brillar las pupilas de cristal, artificiales, como toda esta existencia. Encerrado en mi piel como si fuera una cáscara ¿Vacía? Los órganos mustios, las funciones fisiológicas sin sentido. De vez en cuando las páginas de algún libro, sus letras impresas en tinta negra, caracteres empíreos me devuelven a mi ser, a habitar mi espacio. Ahora que escribo, ahora que mi respiración se hace prosa, que mis sentidos se dilatan en el espacio, con la agitación frenética de la creación, del ser, de existir, ahora me encuentro. Mi historia, la historia de la humanidad, la historia como una correlación absurda de sucesos, encadenados, uno tras otro, sangre sobre sangre, tierra sobre tierra. Hoy.

jueves, 3 de junio de 2021

 

Aunque parezca extraño me apacigua caminar por Florida, entre el caos de la multitud que apura el paso, entre los arbolitos, los cadetes y los oficinistas. Una sonrisa se asoma en mi rostro, miro la escena de la excelsa Buenos Aires en su plenitud, la miro como si me mirase a mí mismo, como si la Ciudad se hiciera carne en mí, y yo me hiciera Ciudad; Una urbe humana, una humana urbe, con todas sus contradicciones, con su heterogeneidad, con su fealdad y su belleza, con su caos y su paz. Y yo voy, camino por ahí, como una idea hecha piel, abstraído. Lo imponente del caos, la belleza de lo caótico, de esta ciudad que no duerme en este catre fértil pampeano al borde de este río de mierda que casi nunca podemos ver. Yo me transformo en ciudad, en Buenos Aires, y las aguas putrefactas me recorren hasta llegar a mi boca, vomito mierda hacia el río, vomito mi mierda infinita entre los amores y los odios, entre el oxímoron enquistado en estos pagos.

viernes, 21 de mayo de 2021

 

La tempestad golpeaba los tejados  de las antiguas moradas, sobre las aceras de adoquines fluía el agua como un arroyo en primavera. El pueblo se encontraba en silencio, sólo el viento y la tormenta, el rugido de la naturaleza como la ira del cielo negro. Entre penumbras el posadero salió de la hostería, la única que ofrecía el pequeño pueblo aragonés. El agua lo empapaba, sentía un frío penetrante con los azotes del vendaval. Siguió caminando por el camino que subía la pendiente en dirección hacia los Pirineos, a lo lejos las últimas casas del poblado se dibujaban como siluetas cada vez que relampagueaba. Su corazón latía intensamente, sentía correr la sangre en cada extremo de su cuerpo. No controlaba sus movimientos, su andar era mecánico, un automatismo instintivo lo guiaba. Súbitamente lo vio, el niño andrajoso caminaba canturreando a unos sesenta metros, ascendiendo por el camino. Instintivamente lo siguió, entre tempestades de las montañas, entre senderos pedregosos. En la ladera escarpada detuvieron su paso, en niño se volteó, estaba a unos quince metros. Su rostro era traslúcido y sin expresión, los cuencos de sus ojos huecos, el pelo ralo y manchado con barro. Exhaló vapores fétidos de su boca que marearon aún más al hombre, y así, se dirigió hacia el risco conteniendo la respiración. Contempló la inmensidad, la montaña, los valles y el río. Extendiendo los brazos se lanzó hacia las rocas que desgarraron su cuerpo una y otra vez.

Al día siguiente, los emisarios del municipio registraron la posada, no hallaron demasiadas pertenencias más que un manuscrito en idioma árabe firmado con el apellido de Gomélez , rubricado en Zaragoza a fines del siglo XVIII.

martes, 30 de marzo de 2021

 

El perfume de la dama de noche aún está guardado,

En el camino de baldosas sobre la tierra me acarician las hojas,

Con mis dedos, sobre el sendero, recojo las flores de rosas chinas rojas,

Y la armonía de la mañana de otoño me lleva a un sosiego impensado,

 

Los rayos del sol entibian mi piel, me enceguecen,

Me transporto a mi niñez, en el suelo del jardín contemplando la calidez matinal,

Sensaciones de alivio, sin las angustias de esta adultez fatal,

La realidad me arranca los ojos mientras las hojas perecen;


Niebla execrable ¿Qué devenir me depara a mí y a esta humanidad?

El otoño tiene su canto, decía Keats

Una contradicción sublime, una fatalidad,

Hierba naciente y fronda exánime, pastizales y humedad,

Quizás el porvenir no esté lejano del Aullido de los Beats

viernes, 15 de enero de 2021

 

La noche que se eclipsaron los cuerpos celestes se escabulló entre la maleza, el profundo jardín, el pasillo eterno que recorría la derruida casa, donde años atrás dos ancianos  exánimes volvían a ser tierra. Se fugó por la penumbra, entre sombras y la marmórea luz de la luna llena, sin destino, hacia el abismo. Desvanecióse su ágil cuerpo, se sumergió en las profundidades de lo desconocido.

Sucedió meses después, otra noche ominosa, luego de un crepúsculo que tornó el paisaje sepia, mientras los transeúntes se miraban las manos, anonadados, como si los falsos profetas estuvieran arribando y por fin se anunciase el término de los calvarios. Ella apareció sin más, caminando misteriosa por el sendero, apostándose pensativa en la ventana, mirando a todos. Sus ojos encendidos se habían transformado, sus gestos otrora apacibles se vislumbraban taciturnos, oscuros, no era la misma. Como si hubiera regresado del Hades, atravesando los pantanos del inframundo, su ser alternándose en realidades, universos.
(Ay, viajera ancestral, los caminos del Ananké te quitaron tu espíritu, vagando sin más entre la paradoja de los mundos hoy volviste).

Desde adentro se sentía el temblor,  el aroma a menta del jardín los envolvió, y allí la vieron, con su mirada transfigurada, su semblante impío. Era ella ¿Era ella? Se les erizó la piel, y fueron a su encuentro, movidos por una fuerza absurda, inconsciente, como si fueran sonámbulos en la madrugada. La abrazaron y cerraron los ojos mientras la oscuridad los envolvía.