La finalidad de la poesía es lograr la empatía entre el escritor y el lector

martes, 26 de julio de 2016

La única soledad plena se encuentra entre la naturaleza. Allí donde habita a uno mismo, para escuchar nada más que el latido de nuestro corazón, que el ajetreo de nuestros complejos pensamientos y el vagar de las ideas. Me sumergí en bosques vírgenes, entre senderos interminables, un eterno verde claroscuro  donde apenas alcanzan algunos ínfimos rayos de sol. Me lancé a abismos insondables, riscos entre las montañas, me adentré en valles desiertos donde sólo el viento me susurraba. Me vi cara a cara con gigantes cordilleras, donde gélidas brisas me rozaban, me encontré sólo en lo más alto. Sentí miedo, sentí valor, me sentí ínfimo, infinito, eterno.
Sólo allí encontré lo sublime, inefables paisajes, naturaleza tan salvaje como nuestra alma. El corazón se estremecía, una soledad extrema, una soledad plena. Una llanura eterna, oscura, patagónica, la noche de mi corazón y las ráfagas de viento que azotaban mis ropajes. Sólo allí me hallé a mi mismo. Vi el rostro de mi alma entre las montañas, en los claroscuros de los bosques, entre las ráfagas de la llanura y entre las estrellas de la noche en la campiña. Sólo allí me hallé, entre lo inefable, lo sublime, lo eterno. Solo.