La finalidad de la poesía es lograr la empatía entre el escritor y el lector

miércoles, 10 de agosto de 2016

Me despierto exaltado de sobremanera, los sonidos de mis sueños siguen vivos, me siguen atormentando por unos segundos más, unos instantes donde lo onírico se mezcla con mi realidad… Acaso, ¿Es esta mi realidad? Apenas vislumbro mi habitación, abro los ojos con todas las fuerzas, tratando de volver en mí. Como si todo fuera parte de una novelesca historia gótica la penumbra me invade, a mí, a mi alrededor. Son los vestigios de mis fantasmas, de una parte de mi que no reconozco,  de quien vive en mi sin vivir. Quizás mi ser en otra vida, en otra realidad. Lo sueños son memorias de otros tiempos, quizás tan actuales como los que vivimos, pero en otro plano, en otro mundo, quizás superpuesto, quizás que nunca existió aún, quizás no exista nunca. Empero, los retazos de esos vivaces recuerdos nos delatan, nos revelan. Un pedregal en las altas cumbres del alma. No tengo nombre, no tengo rostro, no soy más que una lumbre, un cúmulo de energía que pasea errante por los confines del tiempo, pero… ¿Qué? ¡Si el tiempo no existe!  ¡Si hoy mismo es ayer y mañana! ¡Si lo único que hay es lo Eterno! La vida es ese suspiro cuando vemos la luz, esa infinidad de imágenes, de ideas y emociones. Sí, sólo soy un concepto, que alguien alguna vez pensó y creó. Porque, como Agustín de Hipona o Descartes alguna vez expresaron, para existir primero hay que pensar… ¿Acaso no somos más que un mero pensamiento? Sí, incorpóreos, corpóreos, livianos, pesados, vivos o descompuestos. Conciencia que materializa la existencia, no soy más que una eternidad de preguntas.