Estoy abatido, como si hubiera volado alto por las cumbres y
hubiera divisado desde el firmamento la destrucción de esta Humanidad.
Estoy herido, como si me hubieran disparado perdigones desde
la multitud, como un ave esbelta a la que envidian su libertad.
Estoy inmóvil como si
hubieran atado mis alas en un poste y me hubieran molido a golpes para
torturarme por resaltar entre la muchedumbre, por querer asomar la cabeza un
poco más alto, por mirar desde arriba sin desdén, sólo por contemplación.
Estoy negado y fuerte como si hubieran querido ablandarme a
picana para sacarme las ideas, para
traicionar a un compañero, a un amigo, y yo me hubiera mantenido firme, indemne,
íntegro.
A pesar de todo eso estoy vivo, con mis alas, el semblante
en alto y el cielo sobre mi cabeza.