Incesantes alaridos metálicos,
una mirada que despierta,
largo letargo de la conciencia,
entre los humos del ensueño.
Infalible presa de la ceguera,
el supremo deja caer el velo sobre las miradas,
una muchedumbre a ciegas, oscuridad inefable,
vacíos, tibios corazones.
¡Incendia el telón!
¡Desgarra ese velo!
¡Que en cada rincón se escuchen los ecos de la rebelión!
La finalidad de la poesía es lograr la empatía entre el escritor y el lector
lunes, 30 de diciembre de 2013
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