En el aire espeso se dibujan
barrotes, como si fuera una cárcel. Un profundo hedor a tecnócrata descompuesto.
La habitación es llamativamente pequeña para la cantidad de mobiliario, lo cual
lleva a una especie de lúdicos movimientos para no romperse los dedos
chiquitos. Las manos de las personas se van transformando en sellos y
lapiceras, su sangre es tinta. Papeles por los aires, por el aire espeso.
Murmullo constante, sonidos tenues y sostenidos pero que ensordecen. Un
expediente con patas se va corriendo, un expediente con brazos se va llorando,
la cabeza de un expediente rueda por el piso. La creatividad se estrella contra
el vidrio como un pájaro ciego, un pájaro libre pero ciego, la fábrica de papel
sigue en curso, el sonido de las teclas que rompe el aire espeso como un puñal
que se abre paso entre las vísceras de este mundo burócrata. En mis manos la
libertad, como un puñado de luz entre las sombras, como una llave entre las
celdas…
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