Mi gata Circe se sentó en el teclado de mi notebook cuando
estaba a punto de usarla. Ante el embrollo provocado por sus patas al presionar
las teclas se abrió un documento de Althusser. Siempre tuve la sensación de que
esta gata era la más mística de las tres que conviven conmigo pero ahora
resulta que también adhiere al estructuralismo marxista. Este anómalo aunque
cómico suceso cayó como una sudestada en mí. Las veleidades de mi Yo, creyéndose
subjetivas aunque al fin y al cabo no son otra cosa que una construcción
social, y mis ámbitos de libertad se acotan. Los límites son como muros que se
aproximan más y más hasta sofocarnos. Mis ojos ya dejaron la ceguera y ahora
los ven, ven el devenir de esta historia como algo irrefrenable y nosotros ahí,
en el medio sin entender nada, como espectadores atónitos entre la muchedumbre
de la calle Corrientes un sábado a la noche. Sólo sabemos que somos libres en
nuestra propia jaula.
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