La finalidad de la poesía es lograr la empatía entre el escritor y el lector

sábado, 4 de abril de 2020


Entre los padecimientos de la migraña, caminando lentamente por la habitación observé aquel libro de tapa dura que solía leerte algunas noches entre risas y cosquillas, tirados en la cama. Ese libro de Edgar Allan Poe nos sumergía en las historias de Morella, de los Usher, de Valdemar. Cuando impostaba la voz y comenzaba los relatos  todo a nuestro alrededor desaparecía y confluíamos en un torbellino surreal adentrándonos en resquebrajadas mansiones en tinieblas, en la visualización de rostros llenos de expresiones de horror, en cuerpos viscosos y putrefactos, en voces del afterlife. Vos amabas mis lecturas, mi voz resonante. Las noches se vivían en el esplendor de las caricias y la literatura, en el candor de las sábanas y el fulgor de los cuerpos que las rozaban apaciblemente. Despertábamos en un sosiego pleno, volviendo a la claridad del día, de los pájaros que se apostaban sobre el tilo, que perfumaba soleadas y frescas mañanas de otoño.
Ahora contemplo la lápida bajo la lluvia, me guío en el cementerio por el imponente ciprés que se erige a unos metros de la tumba. Contemplo la tierra mojada y pienso en la frase de Morella “I am dying, yet shall I live.” El pasado no está muerto, nunca muere, lo único efímero es el presente y por eso mi condena es peor que esta sepultura.

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