El ocaso cae sobre la cúpula principal de la Shah Cheragh, los parlantes se encienden, suena la recitación de las primeras Surahs. Una multitud se pone de rodillas, luego inclina su cabeza casi hasta el suelo, finalmente se yerguen y abren sus manos; se repite una y otra vez mientras permanezco inmóvil, en silencio. Una energía mística y homogénea se propaga. El credo foráneo que inundó las tierras aqueménidas, zoroastristas, hoy parece unívoco y del Fuego sólo quedan cenizas.
Peregrinos van y vienen, lloran frente a la tumba Ahmad y
Muhammad, tocan los mausoleos para obtener la gracia de los mártires, las reliquias
imamíes. Las paredes brillan, repletas de espejos, yo me encuentro absorto,
ajeno, extranjero.
El clérigo me agarra de la mano, me lleva de aquí para allá,
me explica su doctrina, respeta mi patria. Mi agnosticismo no se inmuta aunque
intente acercarme a su fe, me conmueven las pasiones pero mi liberalismo excede
los dogmatismos. Conservo un interés humano y también científico, quiero seguir
indagando, explorando, tocando, observando, oliendo y sintiendo Oriente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario