Decidieron salir a flote y caminar por la superficie de su pecho. Afloraron en todos y cada uno de los poros de su piel. El hombre se estremecía, no entendía si era dolor o alegría. Confusión. Comenzaron a abrirse paso por las piernas y lo obligaban a caminar, a correr, mecánicamente, como un autómata. Él no tenía voluntad, ellos dominaban todos sus movimientos. De acá para allá, de allá para acá. Incontrolables impulsos. Se entregó a la derrota, feneció su lucha, que nunca fue mucha. Muecas de victoria en sus rostros, los pequeños rostros. El Cuerpo ya era suyo, "Veni, vidi, vinci" coreaban cual Julio César en la Batalla de Zela. Paso tras paso, una huella más, cada vez más cerca. Inefable paisaje. La cornisa, un abismo, su fin.
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