Es curioso el efecto que melancolía puede tener en el ser. Muchas veces convierte el ambiente en una homogénea penumbra gris de tristeza, una bruma desoladora que asfixia, el alma se ensimisma en la aflicción. Otras veces embellece el recuerdo, purga de pecados a cada momento pasado, y perfuma dulcemente cada rincón de la memoria, es esa melancolía intensa y apacible con la que uno recuerda a un ser querido cuyo elemento corpóreo ha dejado de existir. Siempre esa pesadumbre, ese dolor, pueden ser fermento de la robustez del alma, uomo non educato dal dollore rimane sempre bambino. Un recuerdo puede ser un tormento como también fuente de la dicha, orgullo o vergüenza del pasado.
Él estaba sentado en la vereda bajo la sombra de un frondoso tilo, en un pasaje inusualmente transitado de Lomas de Zamora, mateando, concentrado en sus recuerdos. Se encontraba afligido, la pesadez húmeda del día parecía maldecirlo aún más. Cuando la yerba se lavó por completo, a tal punto que parecía un caldo de hierbas, se levantó, entró a su humilde hogar, buscó el viejo machete y lo empuñó con brío. Estaba decidido a terminar con su tormento, escondió el arma en unos trapos viejos, y caminó hasta del verdugo de su felicidad, unas veinte cuadras hacia las zonas altas. Sin pedir permiso, ingresó saltando el muro, abrió sigilosamente la puerta de entrada, y ahí estaba él, sentado esperándolo, se miraron fijo a los ojos, idénticos. El intruso se abalanzó, dejando los trapos viejos que había utilizado para envolver el filoso metal en el piso, y clavoselo en las entrañas, muriendo el agredido en el instante. Las gotas de sudor caían de su frente, quedó arrodillado frente al cadáver. Parte de él había exhalado su último respiro en ese instante, su pasado se fugó del mundo, quedó, ahora sí, en un simple recuerdo, sin vida, muerto, y anónimo. Dejó el machete en el piso, salió caminado hacia la puerta, los vecinos del barrio lo saludaban, recordaban su cara. Volvió hacia la periferia, hacia la marginalidad, tranquilo, sosegado, encendió la hornalla, puso la pava en el fuego y se sentó en paz.
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