"Es muy larga la noche del corazón" (Jacobo Fijman)
En una noche de tormenta,
tinieblas que rodean la estancia,
solamente el azote de los vientos sobre el monte se escucha,
una suerte de música espectral.
La luz de la luna convertía aún más siniestro el paisaje, de esa luz que tenue ilumina,
y apenas a tientas divisamos lo que nos rodea.
Reposado en su sillón degusta un puro, y el humo que inunda la casa de tabaco,
tanta soledad lo perturba, porque en soledad se piensa, se reflexiona,
en soledad nuestras tinieblas afloran para castigar al ser.
En soledad no hay paz, hasta la mínima miseria escondida en el rincón más inefable del alma brota para atormentarnos.
En un instante el ambiente rompe en inquietud,
unos estruendosos golpes sobre la puerta,
mientras la lluvia empieza a bañar los campos,
"¿Quién será a estas tardías horas?. ¿Quién se atreve a aumentar mi tormento?." Piensa en su interior.
-¿Quién es?.
Sólo el silbido del viento y la lluvia romper contra el suelo se oyeron.
-¿Quién es? ¡No se da cuenta la hora qué es!.
Y nuevamente el silencio que acrecentaba su terror.
Se decidió sigilosamente a abrir la puerta,
despacio, paso a paso hasta la entrada caminó,
con pura prudencia destrabó la cerradura, y la puerta abrió...
Pocas veces habrán descripto un semblante con semejante terror, miedo y angustia conjugados,
la palidez impregnó su rostro mientras abría de par en par sus ojos.
Sus pupilas se ensancharon buscando que la luz desmienta lo que estaba viendo,
puro espanto...
Como si un espejo se encontrara detrás de la puerta, su imagen vio.
Sin embargo esta reproducción de sí mismo un aire misterioso encerraba,
podría decirse que era la imagen muerta de él, su parte más macabra, su lado oscuro.
De esos terrores que llegan en la noche, irrumpen el silencio. Son inevitables.
Somos nosotros mismos...
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