Los tilos en hilera dejan caer sus ramas sobre la calle y
opacan la luz de los postes. El empedrado parece infinito, interminable y se
vuelve difuso a mi miope visión. Es noche, es la decadencia del estío que se
advierte por la brisa y la luna llena. Camino hacia el Sur, aunque sin destino.
Esta calle es el paréntesis entre mi punto partida de soledad y mi final, de
mayor soledad aún. Es un espacio entre mi nacimiento y mi muerte, como la vida.
Esta calle empedrada es mi vida, con mis pensamientos que caminan a mi lado,
que cruzan preocupados de una vereda hacia la otra, que se agarran la cabeza,
que sollozan bajo un árbol, que suplican a la luna, que pegan saltitos de
alegría y libertad. Mis pensamientos que se personifican, que son yóes que
se materializan, que existen, porque no hay nada que tenga más existencia que
un pensamiento.
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