Sí, es la noche, es el sur y el alcohol. Es la prosa maldita
que me aturde, que resuena una y otra vez en mi cabeza. Es un bar, otro bar, un
antro y otra cerveza, en la noche, en la vereda de la calle empedrada. Los
humos, los alcoholes que transitan. La visión borrosa y nuevamente un bosque,
un descampado, la oscuridad plena y eterna, las sombras de los árboles a la luz
de la luna. Vivir, renacer en la penumbra que escapa al absurdo. Buscar
sentido, buscar la luz, buscar la lumbre. Y así, me olvido de mi Sísifo, de mi
absurdo, de mí. Así reconozco mis estadíos de goce en la noche, y vivo, una y
otra vez, perdiendo mi mirada entre la copa de los árboles mientras la brisa del otoño me acaricia las mejillas. Siento y lo importante es que siento, porque si siento existo, y si existo trasciendo.
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