I.
Meditabundo por los senderos me adentré en el bosque de
talas. Un vago resplandor se escabullía por los huecos azules que se formaban
entre el firmamento de hojas y ramas. Así, absorto fugándome de las voces de la
ciudad, encontrándome ante la inmensidad, en lo salvaje, en la libertad plena.
Caminando por horas, caminando por días, caminando sin tiempo. Respirando
profundo ¡Que se llene de oxígeno mi sangre y que recorra cada recoveco de mi
materia! Librándome al fin, sanando mis heridas, siguiendo a Thoreau, siguiendo
a Emerson, buscando lo sublime en cada brisa perfumada de natura, encontrando en mí lo agreste, sólo entre la hierba y la humedad del bosque. Con los ojos
bien abiertos, una vez que desterré a mi ceguera la luz me encandiló, pero nunca
se puede volver a la oscuridad. Los plantas vivaces, el verde perenne, los
colores de la vastedad de la tierra. Los grandes campos que se extienden aún
hoy, sobreviven al humo de la muchedumbre. Como una flor inmarcesible me rebelo
ante mi adversidad.
II.
Quiero arrancarme la sociedad de la cara, quiero quedar desnudo frente a los bosques. Contemplando a los animales y al monte. Quiero nadar en los ríos para lavarme la suciedad, la inmundicia. Quiero correr libre, desatar mis pensamientos, dar rienda suelta a mi locura. Quiero fundirme en el éxtasis de mi cuerpo, amarlo, tocarlo. Quiero enceguecer todas las miradas, cortar los dedos que me señalan. Quiero ser libre, ser el viento y las montañas.
II.
Quiero arrancarme la sociedad de la cara, quiero quedar desnudo frente a los bosques. Contemplando a los animales y al monte. Quiero nadar en los ríos para lavarme la suciedad, la inmundicia. Quiero correr libre, desatar mis pensamientos, dar rienda suelta a mi locura. Quiero fundirme en el éxtasis de mi cuerpo, amarlo, tocarlo. Quiero enceguecer todas las miradas, cortar los dedos que me señalan. Quiero ser libre, ser el viento y las montañas.
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