La finalidad de la poesía es lograr la empatía entre el escritor y el lector

domingo, 7 de abril de 2024

 

De cuando en cuando me tropiezo por la calle con viejos mundos, lugares que encierran memorias, que se vuelven vívidos cuando los veo. Como si pudiera viajar en el tiempo y ser un espectador, una sombra cuántica, un espectro atemporal, que clava su mirada en los seres del pasado, en un mundo que ya no es, en naturaleza muerta. Aromas que ya no existen, los evoco y los vuelvo a sentir como si fuera la primera vez ¿Qué clase de hechizo habita en la memoria? Escucho voces que ya no están, las escucho con claridad. Un niño en la terraza de la vieja casa, un niño que juega con un automóvil de juguete, recorriendo los bordes de la pared como si amenazara al pobre automovilista hacia el abismo. El niño se voltea hacia mí, me mira con los ojos huecos, con su mirada de nada, con la putrefacción que sale de su boca extremadamente abierta de par en par. Ectoplasma, resabios del espíritu que se materializan en el aire. Me tiemblan los pies. Es otoño, hoy y ahora, los automóviles pasan y se dirigen vaya uno a saber hacia qué abismo. La existencia pesa, los transeúntes caminan como si tuvieran los pies encadenados. Es otoño de naturaleza muerta, color bronce de los recuerdos, otoño y pasado. Me arranco del letargo, me arrojo una y otra vez a la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario