Se alborotan las callejuelas de Aquisgrán, un sonido de jolgorio
emerge desde cada rincón, la tierra empieza a temblar ¿Serán los demonios?
¿Será la venida del Hijo de Dios? Puertas de madera que se abren, gentíos que salen
al exterior, con sus miembros convulsionados, con sus pupilas dilatas, su
mirada desvariada. Algunos desgarran sus ropas, pechos vacilantes al aire,
cabellos despeinados, y un canto (¿O un rezo?) aterrador que no cesa.
Multitudes tumultuosas como un río revuelto se dirigen hacia la Capilla
Palatina, miles danzan agarrándose de las manos, una ronda infinita.
Horas, días… Algunos caen exhaustos, sin aliento, estertores
de los muertos que se apilan mirando el cielo, mirando la tierra sucia, putrefacta,
donde se acumulan cuerpos, heces y orín. Otros siguen bailando entre la mugre,
gritando de alegría.
Semanas, meses… Y el baile se extiende en cada rincón de Renania
y llega hasta el Sarre, en cada valle, en cada pueblo, se despierta el baile, la
danza macabra.
En la capital carolingia, un hombre que bailaba mira el cielo. Un Ángel de alas negras, de torso blanco y desnudo, de frondoso bello negro azabache; cabeza de cordero y ojos rojos. Desciende a la tierra devastada, aterrizando sobre los cuerpos, lo mira fijo y su danza se detiene. Toda la danza se detiene, toda la música se detiene, todo el tiempo se detiene por un instante. Como despertando de un sueño, respira el gentío profundo al unísono y, sin decir palabra alguna, vuelven a sus casas.
El Ángel camina entre los cadáveres, sus pies pálidos chorrea un viscoso líquido que parece brea. Su andar es refinado, sus pasos son lentos pero firmes. Se dirige hacia el interior de la Capilla Palatina, camina por la nave central, a sus costados hay cientos de seres, que lo miran silenciosos; seres de formas ominosas, cuerpos desechos, ojos de blancas pupilas, miradas muertas y cabellos finos, raídos.
Se encolumnan tras el Ángel todas estas formas corpóreas inenarrables, una larga fila y se detienen en el crucero de la Capilla. Todos observan con ojos muertos al Ángel sentándose en el Altar.
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